Asteroides

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Los asteroides reales:

Un asteroide es un cuerpo rocoso (silíceo o metálico) que orbita alrededor del Sol. A diferencia de los planetas y planetas menores, su masa es inferior a la necesaria para que adopten la forma hidrostática o limpiar su propia órbita.

El término asteroide fue acuñado por William Herschel en 1802, tras los descubrimientos de Ceres y Pallas, y hace referencia al aspecto que presentan al ser vistos a través del telescopio, como de estrellas pequeñas. Se nombran con un número entre paréntesis que hace referencia a su orden de descubrimiento, seguido de un nombre que puede hacer referencia a una enorme variedad de temas.

La distinción entre asteroides y cometas no es completamente clara y algunos científicos y astrónomos consideran que ambos tipos de cuerpos están frecuentemente relacionados: cometas que dejan de estar activos (por agotamiento de los volátiles que crean la cola) pueden ser considerados asteroides y asteroides que, por cualquier causa, se fragmentan, pueden activarse como cometas, al dejar expuestos al Sol los volátiles que contienen.

Técnicamente, también se puede distinguir entre asteroides y meteoroides, siendo estos últimos aquellos cuerpos de un tamaño inferior a 50 metros.

La mayoría de los asteroides orbitan en una zona comprendida entre Marte y Júpiter, denominada "cinturón de asteroides", si bien hay numerosos asteroides en los puntos de Lagrange de la órbita de Júpiter (denominados "asteroides troyanos") y en otras órbitas, algunas de las cuales pueden hacerlos pasar cerca de la Tierra (y, eventualmente, chocar con ella). No es imposible que estos cuerpos sean "empujados" fuera de esta zona y terminen atraídos por otros cuerpos. Es el probable caso de las lunas de Marte, Phobos y Deimos.

Aunque se estima que hay unos dos millones de asteroides de más de 1 kilómetro de diámetro en el cinturón de asteroides, su masa conjunta es el 5% de la de la Luna.

Siendo objetos tan lejanos, pequeños y dispersos, los principales asteroides conocidos se han venido estudiando desde telescopios terrestres y desde el telescopio espacial Hubble. También, algunas misiones hacia los planetas exteriores han sobrevolado varios, como la sonda Galileo en viaje hacia Júpiter que pasó a 1.600 kilómetros de (951) Gaspra. La sonda Shoemaker, lanzada en 1996, fue la primera diseñada específicamente para estudiar un asteroide, y llegó a orbitar y aterrizar en Eros en 2001. Por su parte, la sonda japonesa Hayabusa, en 2005, fue la primera en recoger material de la superficie de un asteroide, el (25143) Itokawa, y traerlo de vuelta a la Tierra, en 2010. El análisis del agua de estas muestras permitió determinar que, por su composición isotópica, los asteroides habían aportado probablemente la mitad del agua de la Tierra. A estas sondas le han seguido otras, como la misión Dawn en 2007, Hayabusa 2 en 2014, Origins en 2016...

Clasificación:

Existen varias maneras de clasificar los asteroides, pero una particularmente útil hace referencia a su tipo espectral (color y albedo) ya que, al tratarse de cuerpos de estructura interna indiferenciada, su aspecto exterior nos habla de su composición.

Así, tenemos asteroides tipo S, silíceos y ricos en metales, que supone un 17% de los localizados. Asteroides tipo C, carbonáceos, de color oscuro, casi el 50% del total. M, metálicos, ricos en hierro y níquel, los más brillantes. V, vestoides (probablemente, originados en Vesta tras un impacto hace 1000 Ma)...

Existen otras clasificaciones, por ejemplo, en función de su tipo y cercanía a la Tierra. Muchos objetos del grupo denominado Near Earth Asteroids (NEA) son monitorizados continuamente por considerarse peligros potenciales para la Tierra.

Importancia de los asteroides para la Tierra:

El cinturón de asteroides es una zona del espacio de profundo interés científico y tecnológico. Por una parte, por su abundancia de materiales podría ser objeto de minería espacial en un futuro. Pero, de manera más inmediata, la posibilidad de que los cuerpos que lo componen sean alterados en sus órbitas y caigan hacia la órbita más interior de la Tierra ha sido una fuente de materiales y recursos científicos en el pasado, aunque también puede constituir un verdadero peligro a nivel local o global.

El 30 de junio de 1908 un asteroide impactó en Tunguska, Siberia, dejando miles de kilómetros cuadrados arrasados. Afortunadamente, Tunguska es una región deshabitada de taiga, pero podría haber causado enormes pérdidas humanas de haber caído un poco antes o un poco después. Muchos astrofísicos y personalidades de la industria espacial consideran que el peligro de que un asteroide impacte en una zona poblada de la Tierra es demasiado elevado como para no tenerlo en cuenta y, desde 2015, el 30 de junio es el "Día del asteroide", como una manera de concienciar de este tipo de peligros.

Para cuantificar la peligrosidad de un objeto de los pertenecientes al grupo NEO (Near Earth Objets) se ha establecido la escala de Turín, que evalúa de 1 a 10 la peligrosidad teniendo en cuenta su probabilidad de impacto y la energía que liberarían.

Paradójicamente, el mayor riesgo proviene de objetos de entre 15 y 150 metros de diámetro, por la gran dificultad que entraña detectarlo con tiempo suficiente. En 2021 la NASA tiene previsto lanzar la primera misión dirigida a alterar la trayectoria de uno de estos cuerpos para ensayar las tecnologías que podrían ser necesarias en caso de peligro. Se trata de la misión DART (Double Asteroid Redirection Test) que se dirigirá al sistema de asteroides Didymos para impactar con su luna. Por su parte, Hera, una misión de la ESA, monitorizará cómo afectará DART al movimiento de la luna.

En cualquier caso, aunque los asteroides son contemplados como oportunidades o peligros futuros, hay que tener muy en cuenta que, en el pasado, tuvieron a buen seguro un papel determinante en el surgimiento de la vida en la Tierra, al aportar moléculas orgánicas y una parte sustancial del agua del planeta, al llegarnos como meteoritos.

Los asteroides en la ciencia ficción:

Los asteroides son, al igual que los cometas, potenciales destructores de la Tierra en películas como Meteoro (Ronald Neame, 1979) o novelas como El martillo de Dios (Arthur C. Clarke, 1993) e incluso cómics como Nameless (Grant Morrison y Chris Burnham, 2015).

Sin embargo, los asteroides han tenido otros usos, sobre todo en la ciencia ficción dura.

Por ejemplo, en Marte rojo son empleados como contrapeso del ascensor espacial o como fuente de materiales para construir espejos en órbita. Incluso, son vaciados y colonizados, y hasta empleados como naves generacionales para la colonización de otros sistemas planetarios. Los ejemplos de estos casos son innumerables: Las bases extraterrestre de Pórtico (Frederik Pohl, 1977), el origen del conflicto humano-insector en El juego de Ender (Orson Scott Card, 1985), la Lancer (Gregory Benford, A través del mar de soles, 1984)...

En la Space Opera los asteroides también son un recurso habitual, especialmente utilizados para crear una secuencia de acción en la que el héroe muestre su pericia pilotando veloces naves espaciales. Es clásica, por ejemplo, la escena en La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977) en la que Han Solo decide adentrase en un campo de asteroides para despistar a los TIE fighter que les persiguen, imitada hasta la saciedad en decenas de otras películas dentro y fuera de la propia saga.

Quizás, el asteroide ficticio más famoso sea el B 612, imaginado por Saint-Exupéry para su cuento infantil El principito (1943). Evidentemente, no existe un asteroide con tal nomenclatura, y su propia geometría, con un radio de apenas 6 metros, haría imposible para sus habitantes tratar de moverse sin lanzarse accidentalmente al espacio. No obstante, sí hay que indicar que, en homenaje a la obra de Saint-Exupéry existe un asteroide nombrado 46610 Bésixdouze, de unos 2 kilómetros de diámetro.

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