Ciencia

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Obviamente, y por definición, la ciencia ficción está ligada a la ciencia, la tecnología y la ingeniería.

Si bien los fundamentos de Frankenstein (la que está considerada la primera novela de ciencia ficción moderna) estaban más cerca de la alquimia que de lo que hoy llamaríamos ciencia, los relatos de H.G. Wells eran mucho más serios y rigurosos. Wells poseía unos notables conocimientos científicos y técnicos y se valía de ellos para dar a sus novelas solidez y credibilidad.

En la ciencia ficción temprana americana, sin embargo, la ciencia no era más que una excusa. Las naves espaciales sustituían al caballo, la pistola láser al colt y los extraterrestres a los indios, pero nada había cambiado respecto a las novelas baratas de vaqueros: era la Space Opera.

En la edad de oro de la ciencia ficción esto cambió. Editores como Hugo Gernsback y John W. Campbell hicieron un serio esfuerzo por dignificar el género y dotarlo de mayor rigor. A su amparo surgieron autores como Isaac Asimov, Robert A. Heinlein o Arthur C. Clarke. Esta nueva hornada de escritores, todos ellos con conocimientos serios de ciencia, tecnología e ingeniería, proporcionaron seriedad y credibilidad en los detalles.

En el caso de Clarke o de Kim Stanley Robinson la ciencia es aplicada con absoluto rigor: fuerzas de Coriolis, presiones parciales, mecánica orbital... todos estos conceptos son estudiados y tratados de forma seria y detallada: es lo que se denomina ciencia ficción dura.

No obstante, no toda la ciencia ficción es rigurosa. En el extremo opuesto tenemos autores como Ray Bradbury y sus Crónicas marcianas. En este libro, el tratamiento que se da a la historia es muy diferente al que darían los autores anteriormente mencionados. El Marte de Bradbury es un lugar casi mágico, no el planeta hostil que revela la investigación espacial. Esto es debido a que Bradbury está menos intersado en el rigor científico de lo que relata que en sus implicaciones sociales y en la oportunidad que le proporciona Marte para estudiar y denunciar los defectos de la sociedad en la que vive.

La ciencia, bajo un enfoque técnico-práctico, es uno de los pilares de la ciencia ficción, pero el género tiene otras muchas facetas. La ciencia ficción puede proporcionar escenarios y situaciones imposibles de abordar en el estricto realismo, con el valor añadido de la credibilidad que no puede aportar la mera fantasía. Estos escenarios, hipótesis y suposiciones sirven a sus autores para estudiar, al menos teóricamente, implicaciones éticas y sociales con una libertad de la que carecerían en otros géneros.

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