Brigadas del espacio (Libro)

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Nota: Este artículo se refiere a la novela de Robert A. Heinlein. Para otros usos ver Brigadas del espacio.

Brigadas del espacio (Libro)
Autor: Robert A. Heinlein
Otros títulos: Tropas del espacio
Datos de primera publicación(1):
Título original: Starship Troopers
a.k.a. Starship Soldier
Revista o libro: Libro independiente
Editorial: Putnam
Fecha Fecha desconocida de 1959
Publicación en español:
Publicaciones(2): Brigadas del espacio
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos: Hugo
Encuesta Locus 1998
Otros datos: Adaptación cinematográfica:
Brigadas del espacio
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

Robert A. Heinlein (1959)

Heinlein describe un futuro lejano, separado de nuestro presente por una historia de guerras mundiales y sucesivas crisis políticas entre las que destaca el fracaso de la democracia. Su objetivo, al igual que hiciera Platón con La Republica, es plantear y describir la bondad de un sistema político ideado por él (una utopía, aunque parezca irónica esta etiqueta), donde los veteranos de guerra son los únicos ciudadanos de pleno derecho.

La guerra como inevitabilidad:

De entrada, hay que tener en cuenta que el futuro de Heinlein es marcadamente belicista. La humanidad ha hecho contacto en la galaxia con otras razas alienígenas inteligentes y desarrolladas, las "Chinches" que más tarde tendrían su emulación en los “insectores” (Orson Scott Card, El juego de Ender). La diferencia irreconciliable entre las dos razas (humanos y alienígenas) nace de la imposibilidad de comprenderse, mucho más allá de simples divergencias políticas al estilo ruso-americano. Hay que destacar este acierto de Heinlein al imaginar que las hipotéticas razas que encontremos en nada se parecerán a los humanos, no sólo físicamente o intelectualmente, sino sobre todo en el plano psicológico. Como dice Stanislaw Lem en Solaris (otro ejemplo de contacto extraterrestre) el ser humano busca espejos en los que mirarse, no interlocutores.

Sin embargo, aunque la guerra es total y está en juego la supervivencia como especie, Heinlein se las ingenia para desechar del transcurso de los acontecimientos la posibilidad de la destrucción masiva del enemigo mediante el bombardeo atómico o incluso mediante un improbable nuevo tipo de bomba que hace estallar todo el planeta, al estilo de la Estrella de la Muerte de La guerra de las galaxias.

La argucia aducida por Heinlein tiene una doble base, económica y moral. Por una parte, destruir un planeta habitable, por evitar cierto número de bajas necesarias para su dominio al estilo clásico, es una importante pérdida de recursos.

En segundo lugar, y mucho más importante para el planteamiento que Heinlein hace de la historia, la guerra debe tener una "proporción", una faceta eminentemente educativa para el enemigo. El militar debe utilizar la fuerza justa y necesaria para obligar al enemigo a hacer lo que su gobierno quiere que haga. Utilizando una imagen de Heinlein que ilustra este aspecto: "No matas a un bebé por hacerse pis encima".

El conductismo moral:

Esta forma de entender la violencia como fuerza constructiva se extiende a otras facetas de la sociedad de tendencias fascistas imaginada por Heinlein, incluso hasta uno de sus puntos más controvertidos: la pena de muerte.

Si bien se ha demostrado estadísticamente que la pena de muerte no es disuasoria en nuestro actual sistema político, Heinlein la enfoca de una manera mucha más radical, como castigo supremo dentro de un proceso educativo a través del conductismo.

Heinlein critica duramente el sistema de educación moral de nuestra sociedad actual. Sostiene en la novela que el hombre no tiene "instinto moral" y que lo que se debe hacer es "adiestrar" la conciencia del mismo modo que se adiestra a un perro. Achaca, por ejemplo, la delincuencia juvenil a esta ausencia de adiestramiento, y cito textualmente: "Esos desgraciados criminales juveniles nacían sin sentido moral, igual que usted y que yo, pero no tenían oportunidades de adquirirlo: su experiencia no se lo permitía." Se refiere con esto a que, si un menor de edad comete un delito, en la mayoría de las democracias occidentales ese joven, adolescente o niño queda sin castigo, amonestado tal vez, internado en un correccional en los peores casos, y sus antecedentes son destruidos al llegar a la mayoría de edad. Manifiesta su opinión de que con tan tibias medidas esos criminales juveniles no adquieren el sentido moral necesario para no seguir delinquiendo.

Tolerancia cero:

Mediante esta técnica, que podríamos llamar de tolerancia cero, Heinlein supone que la criminalidad disminuiría hasta prácticamente desaparecer. Esta no deja de ser una utopía, ya que se olvida de sopesar el esfuerzo necesario (económico y social) para conseguir adiestrar bajo esos cánones a absolutamente todos los ciudadanos, ya que una minoría asalvajada (en el sentido que lo puede ser un perro dingo) sería suficiente para no conseguir deshacerse de la tara social del crimen.

Entronca esto con la defensa de la pena de muerte que hace Heinlein en su novela, desde una postura no oficial pero supuestamente apoyada por la ciudadanía de su mundo imaginado, y que nos explica con el siguiente ejemplo:

Un hombre adulto asesina a una niña. En la sociedad bien adiestrada de Heinlein, el que un sujeto haya podido llegar a cometer tal atrocidad sólo puede deberse a dos posibilidades. Una, si el asesino, como una persona adulta, comprendía lo que hacía cuando lo hizo; y entonces merecía ser condenado a muerte. Dos, por otra parte, si sus acciones deben ser achacadas a la locura, entonces se abren otras dos posibilidades. A) es imposible curarlo, B) se le puede curar y devolver la libertad. Si es curado, entonces Heinlein supone que debe sentirse tan horrorizado por sus propios actos que preferiría estar muerto. Y si no es posible curarlo, es mejor matarlo.

Heinlein, como puede suponerse, opinaba que la psicología era una pseudociencia y lo manifestaba sin ambages. Y al igual que la mayoría de los americanos, su visión del sistema penal era la de un método de castigo y no de reinserción. Sin embargo, la diferencia fundamental es que Heinlein contemplaba el castigo como un instrumento correccional (o, en caso extremo, esterilizador), no como una finalidad en sí misma, y trata de eliminar sus connotaciones de venganza.

La dictadura de los responsables:

Pero la idea central de la novela es el sistema político que se instaura de forma natural y universal en ese futuro hipotético. Tras el colapso de las democracias y dictaduras tradicionales, los veteranos son quienes traen de nuevo el orden.

La primera ventaja y más obvia es que, al recaer el poder en los fuertes, los militares, este mando es difícilmente arrebatable, y por lo tanto el sistema es estable. Aunque este detalle por sí sólo no sería suficiente para determinar su idoneidad, ya que en nada diferiría de una dictadura militar.

La diferencia que aporta Heinlein es la clase de sufragio que establece. Sólo los veteranos pueden votar, es decir, decidir sobre el futuro de la sociedad a la que pertenecen.

¿Por qué esto habría de funcionar? A simple vista, se plantean dos problemas. ¿Por qué las decisiones que tomen los veteranos van a ser mejores para la sociedad que las que se tome mediante otro tipo de sufragio? Y segundo y más inmediato ¿por qué el resto de la sociedad no se revela contra estos privilegios?

Responde Heinlein que nadie se revela porque los civiles carecen de instintos militares, ya que de otro modo se habrían alistado.

Pero para dar respuesta a la primera pregunta, hay que describir brevemente cómo se llega a ser veterano, es decir, ciudadano, en el mundo de Heinlein.

Ya hemos dicho que la sociedad del “Brigadas del espacio” es belicista. Siempre hay guerras, incursiones y conflictos, porque estos son inevitables debido a la necesidad de expansión del hombre. Así pues, siempre se necesitan nuevos soldados.

Sin embargo, alistarse para soldado es absolutamente libre, no hay reclutamiento forzoso. Y no sólo eso, sino que todo soldado puede renunciar a serlo en cualquier momento, incluso inmediatamente antes de la batalla. La criba que se hace es justamente la inversa. Los requisitos para ser soldado son muy altos y se basan fundamentalmente en la entrega total y absoluta. De forma gradual, el recluta, si tiene lo que hay que tener, va cediendo libremente su individualidad en favor del grupo. Aquellos que no dan el nivel de entrega suficiente, son apartados y en general todos los nuevos reclutas son desanimados de múltiples maneras. Hasta que al final sólo quedan aquellos que están dispuestos a sacrificarse e incluso morir por el bien común.

Divide Heinlein la sociedad entre cobardes y egoístas civiles y militares perfectos física, moral y mentalmente. Aduce que este tipo de persona, esas pepitas de oro cribadas mediante guerras, son los únicos que han demostrado ser responsables con la colectividad hasta el grado de ser merecedores de la confianza de que van a decidir lo mejor para esa colectividad al margen de sus conveniencias personales.

Quizás esta es una de las mayores inconsistencias de su teoría, ya que difícilmente es imaginable un individuo que careciendo de instintos morales, habiendo sido adiestrado para ser bueno, escoge el bien de la colectividad, una entidad enormemente abstracta, no sólo por encima del suyo propio sino por encima del bien de su propia familia. Y parece definitivamente demasiado optimista cuando decide confiar el destino de la humanidad a una horda de guerreros que relativizan el valor de la vida humana.

Contextualización política:

Si todas las anteriores consideraciones tienen relación con problemas más o menos atemporales, la novela puede tener una lectura más concreta, dentro del marco político y cultural en el que fue publicada.

En la obra se enfrentan dos bandos claramente diferenciados: los humanos y las "chinches". Heinlein predica la individualidad de los primeros, garantizada y enaltecida por un sistema político que admite y anima el egoísmo y la individualidad. Los segundos se someten por completo al grupo, en una forma de mente colmena. Sin embargo, este sometimiento total del individuo "chinche" a la colectividad no hace de la suya una sociedad más eficiente ni, por supuesto, más deseable.

Dentro del marco político de la novela, publicada en plena guerra fría, no es descabellado considerar que el bando humano es un símbolo de la sociedad estadounidense (o una sociedad estadounidense sana, tal y como Heinlein imaginaba este concepto), mientras que las "chinches" serían un símbolo del régimen soviético, en el que el individuo es sometido (represaliado si es necesario) a un bien colectivo al mando de un régimen dictatorial.

De esta forma, Heinlein enaltece el espíritu individualista de su país, considerándolo moralmente superior al de su entonces rival político.

Conclusiones:

Cae Heinlein en alguna otra contradicción menor, pero todo ello no resta atractivo a la hipótesis del gobierno de los altruistas, de los héroes. Si bien es cierto que idealiza excesivamente al ejército y que esta postura se hace difícilmente compatible con su cinismo social, su propuesta abre el debate acerca de los fallos de nuestra sociedad.

Abundan actualmente los casos de corrupción, pero son aún más inquietantes los ejemplos de gobierno irresponsable y peligroso. Es un hecho que no se necesita demostrar ningún tipo de cualidad moral para ser dirigente de ningún país y que el poder se termina concentrando, en la mayoría de los casos, en un puñado de personas que no han acreditado integridad, prudencia, sagacidad ni en general ningún tipo de valía.

En una democracia, el gobierno del pueblo se limita a la elección de esos representantes “no acreditados”. Es, dadas las circunstancias, una elección hecha a ciegas en la que tanto daría haber tomado la decisión con una moneda o unos dados.

No sólo eso, sino que el conjunto de la sociedad parece mostrarse muy maleable e influenciable por las apariencias. No sólo los candidatos no están acreditados, sino que el electorado tampoco necesita acreditar su capacidad de votar de una manera responsable.

Estos son los fallos señalados por Heinlein hace más de medio siglo y, aunque no compartamos su solución, sí merece la pena meditar sobre las alternativas.

Premios:

Heinlein llegó a decir que no era capaz de ver por qué este libro había ganado un premio Hugo, sobre todo teniendo en cuenta el tremendo aluvión de críticas que recibió a consecuencia de las ideas vertidas en él (fascismo, militarismo, apología del castigo físico e incluso racismo).