Cuando los mundos chocan (1951)

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Nota: Este artículo se refiere a la película de Rudolph Maté. Para otros usos ver Cuando los mundos chocan.

Cuando los mundos chocan (1951)
Ficha técnica
Título original: When Worlds Collide
Nacionalidad: EE.UU.
Estreno 1: 22 de noviembre de 1951
Duración: 83 min.
Ficha artística
Dirección: Rudolph Maté
Guión: Sydney Boehm basado en la novela de Edwin Balmer y Philip Wylie
Producción: George Pal y Cecil B. DeMille para Paramount
Fotografía: W. Howard Greene y John F. Seitz
Música: Leith Stevens
Reparto: Richard Derr, Barbara Rush, Peter Hansen, John Hoyt, Larry Keating, Rachel Ames...
Información suplementaria
Otros datos: Efectos especiales:
Tim Baar
Imdb: Ficha en Imdb
Notas:
  1. Fecha de primer estreno. No tiene por qué coincidir con el estreno en salas comerciales o emisión en abierto; puede ser en premieres, festivales u otras formas de distribución reducida o exclusiva.

Rudolph Maté (1951)

La película:

Cuando los mundos chocan es todo un clásico multitud de veces referenciado y de argumento de sobre conocido: astrónomos descubren que una estrella errante se aproxima a la Tierra, de hecho, impactará contra ella, destruyéndola. Afortunadamente, esta estrella mantiene en órbita un pequeño planeta que posiblemente albergue vida. Quedan ocho meses para la catástrofe, apenas el tiempo necesario para construir una nave espacial que salve a un reducido número de personas transportándolos a este nuevo planeta, llamado Zyra.

La película no es una sucesión de aventuras al estilo de sus imitadoras posteriores (Deep Impact, Armageddon...), sino que narra más bien las dificultades iniciales para convencer a los poderosos de la necesidad de construir la nave para tratar de salvar a la raza humana. Más tarde, cuando el caos comienza a reinar en todo el planeta debido a la proximidad del desastre, el peligro inmediato vendrá representado por la posibilidad de amotinamiento de quienes no sean seleccionados para subir al cohete, constante amenaza que tarde o temprano ha de materializarse.

En un metraje realmente corto, el director se las ingenia para dar un rápido vistazo a las múltiples posibilidades de reacción humana ante lo que va a acontecer: valentía, generosidad, sacrificio y también desagradables dosis de realismo ante la necesidad de tomar medidas de protección ante el miedo, el egoísmo y la violencia desesperada de los que realmente están condenados.

No profundiza en estos factores psicológicos, pero tampoco son mostrados con frivolidad sino únicamente con gran economía en el lenguaje. Realmente, no hay interpretaciones maravillosas en esta cinta, pero si son solventes en su mayoría y, lo que es más importante, convincentes.

Para el 2008 está prevista una nueva adaptación de la novela original de 1931, dirigida por Stephen Sommers, algo que, dado el currículo de este director/guionista, no augura nada bueno.

Tecnología:

Es interesante hacer notar las características de la nave-cohete que ha de servir como arca de salvación para el puñado de posibles supervivientes. Basada en la idea de los propulsores químicos que por entonces se estaban desarrollando, la película recoge lo acuciante que se vuelve reducir el peso que es necesario transportar al nuevo hogar, ya que cada kilo extra requiere una enorme cantidad de combustible para hacerlo escapar de la atracción terrestre.

También en el método de despegues es interesante la técnica utilizada, ya que éste no es el clásico despegue vertical al que estamos acostumbrados, sino que se vale de una rampa de gran longitud a modo de lanzadera. Como en una montaña rusa, la nave parte primeramente de una zona alta, de forma que transforma así parte de la energía potencial en cinética que le ayude a alcanzar la velocidad de escape.

Sin duda alguna, el método es ingenioso pero, posiblemente, de baja eficiencia. En realidad, es una versión primitiva de la catapulta electromagnética, que permitiría acelerar la nave no sólo mediante energía potencial gravitatoria y el impulso del motor químico, sino también con la inestimable contribución de campos magnéticos.

Un detalle más a reseñar de este vehículo, diseñado por Chesley Bonestell, es su morfología híbrida entre un cohete y un avión, con alas convencionales (similares a las de los primeros reactores de aquella época), que le permitirán planear y aterrizar con ciertas garantías en Zyra.

En cuanto a rigor científico, la existencia de este planeta quizás de lo más objetable en la película. Diecinueve días antes de que la estrella en torno a la cual orbita se estrelle contra la Tierra, él ya hace sentir sus efectos. Sin duda la estrella errante, que debe ser miles de veces mayor que el planeta, nos habría desintegrado mucho antes. Pero era necesario para la historia la existencia de un lugar hacia el que escapar, otro planeta que debe orbitar otra estrella. Si no fuera por este detalle, el asunto del Apocalipsis terrestre se podría haber solucionado con un simple cometa u asteroide.

Zyra en sí mismo es una tremenda carambola cósmica. No sólo orbita alrededor de una estrella que se desplaza errática por el espacio, sino que sobrevivirá sin problemas al paso por el Sistema Solar. Y más aún, cuando los pocos supervivientes del cataclismo cósmico desembarquen en su superficie, podrán comprobar que su atmósfera es respirable y que posee vida vegetal, que sin duda tampoco será venenosa para el puñado de animales herbívoros que han decidido llevar consigo.

En fin, como queda reflejado en algunas de las frases del guión, los aventureros no pueden estar seguros de que todo esto sea así, quizás se encuentren con un planeta muerto o letal para la vida humana; pero tampoco tienen dónde ir.

La productora colocó el inevitable final feliz con un paisaje idílico a modo de segundo Edén (también hay constantes referencias bíblicas), pero tras ponderar someramente alguna de estas improbabilidades, hay que llegar a la conclusión de que aquella expedición posiblemente no sobrevivió y la raza humana se extinguió.

Premios:

  • 1952: Oscar a mejores efectos especiales
  • 1952: Nominada al Oscar a mejor fotografía