Distopía

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Una distopia es un escenario aparentemente utópico o resultado de una tendencia o innovación aparentemente utópica que, sin embargo, esconde aspectos no deseables.

En una distopía típica, existe una clase dominante que vive en la opulencia a costa de una inmensa mayoría que sufre pobreza u opresión. Sin embargo, en esta sociedad distópica el discurso imperante es el de la clase privilegiada, cuya propaganda es omnipresente y pretende convencer a la mayoría oprimida de que el mundo en el que viven en una utopía, en el mejor mundo posible.

La anterior no es la única forma de distopía; existe otra derivada de la perversión en el uso de unos desarrollos científicos o tecnológicos que aparentemente deberían haber traído un mayor bienestar. No hay un discurso dominante que afirme que la sociedad es utópica pero aparentes mejoras, como la tecnificación de la sociedad, que podría favorecer las relaciones interpersonales, mejorar la fluidez comercial u otros innumerables beneficios en cualquier área imaginable (lo que sería una utopía) han derivado en una progresiva alienación del individuo e incluso una herramienta de control y sometimiento al servicio de aquellos grupos que controlen la tecnología (lo que es una distopía).

En general, las distopías critican una tendencia de parte de la sociedad o de todo su conjunto hacia algún rasgo aparentemente utópico, pero que esconde aspectos no deseables. Es decir, son obras especulativas que pretenden alertar acerca de los peligros que el autor observa en su sociedad. En ciencia ficción, las premisas planteadas (novum) pueden llevar a una o a otra, y suele ser la intención del autor ahondar en sus similitudes y diferencias, mover a la reflexión sobre estos peligros encubiertos. Es un género que persigue el efecto prospectivo, por lo tanto, y uno de las más prestigiosas aportaciones de la ciencia ficción a la literatura general.

Distopías en ciencia ficción:

Muchos autores se valen de distopías para alertar sobre aquello que consideran peligroso o preocupante. Así, dependiendo de cuál sea la inquietud de cada autor, el fin último de cada obra puede ser muy diferente a pesar de que estéticamente las obras puedan ser muy similares.

Críticas políticas:

Nosotros es una novela distópica rusa escrita por Yevgeni Zamiatin en 1921 y es una de las primeras distopías. Esta novela está basada en la Rusia de la Revolución comunista. Aparece una sociedad futura donde hay un control total del Estado, represión y destrucción de la intimidad.

La novela 1984 (George Orwell, 1949) es otra distopía y esta inspirada en muchos aspectos en la novela Nosotros, según reconoció el mismo Orwell. Es una de las distopías más conocidas. En el libro, Orwell hace una dura crítica al régimien estalinista, denunciando su manipulación de la realidad y la brutal represión y opresión a la que sometía al individuo. Sin embargo, el libro ha sido entendido de forma más amplia como una dura crítica no sólo a la política de Stalin, sino a todo aquel régimen totalitario que atenta contra las libertades y derechos del individuo, escudándose en un pretendido bien mayor.

Esta idea ha sido muy influyente. El escenario del cómic Juez Dredd (Cómic) (1977) es más violento y claustrofóbico y aparece indisolublemente unido a la superpoblación y a la tencología. En este marco y según sus premisas, la necesidad de agilizar la burocracia para hacer frente a la violencia callejera obliga a unificar al juez, jurado y policía en una única figura. Pero el mensaje es muy similar al de Orwell: si renunciamos a la separación de poderes a cambio de seguridad o bienestar, estamos abriendo la puerta al fascismo.

El cómic V de vendetta (Alan Moore, 1982), plantea de nuevo la misma idea: un intercambio de libertades individuales por seguridad se convierte a la larga en una trampa fascista.

Pero no todas las distopías políticas critican el fascismo. ¡Hagan sitio, hagan sitio! (Harry Harrison, 1966) es una crítica a la política de los Estados Unidos en plenos años sesenta. En esta época el país vivía un espectacular crecimiento demográfico auspiciado por un gobierno que consideraba que el control de la natalidad era algo que no le competía. Frente a esta política Harry Harrison advertía de que una población indefinidamente creciente no era sostenible.

En tiempos más recientes Internet se ha sumado también como un elemento de diversas distopías. Así, en Neuromante (William Gibson, 1984), aunque no es explícita (el término "Internet" es posterior a la obra) se menciona la "Matriz" como un medio de comunicación, pero también de criminalidad o de subversión.

Los peligros de la ciencia:

Las distopías han servido también para anunciar los peligros de la ciencia y la tecnología.

En Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932) se plantea lo que parece ser un mundo perfecto: el control de los fetos produce individuos exentos de taras, la educación de los niños por parte del una madre-estado abole también estas diferencias; y finalmente, el uso institucionalizado de drogas sin efectos secundarios aborta cualquier frustración que pudiera surgir. ¿Pero, es este mundo realmente feliz?

Gattaca, pese a ser varias décadas posterior, no plantea en esencia nada diferente. Cierto que los avances científicos logrados en los años que separan ambas obras permiten a esta película basarse en argumentos aparentemente más sólidos, cierto que las premisas no son exactamente las mismas (en Gattaca la familia no ha desaparecido ni los seres humanos son fabricados en serie) pero tras esta fachada la pregunta es la misma: ¿Es realmente esto un mundo feliz?

La tecnología como opio del pueblo:

Numerosas obras preconizan la muerte del individuo diluida su personalidad en la tecnificación y su voluntad sometida por los medios de comunicación que moldean la realidad. Según denuncian estas obras, la tecnología permite al individuo aislarse de un mundo que le es desagradable para asilarse en una burbuja individual dentro de la que se siente a salvo de todo aquello que lo amenza más allá de la puerta de su casa.

Uno de los libros más emblemáticos que tratan este tema es Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953). La cuidada litaretura de este autor imagina un futuro en la que una evolucionada televisión se ha convertido en el nuevo opio del pueblo, desterrando e incluso prohibiendo los libros por ser fuente de infelicidad y subversión.

Esta idea sería posteriormente retomada en clave de ciberpunk en el relato Perseguido (Stephen King bajo el pseudónimo de Richard Bachman, 1982) o la serie Max Headroom (Annabel Jankel, Rocky Morton, 1987). La idea es siempre la misma: la televisión como instrumento de dominación de las masas.

La suma de todo; el ciberpunk:

La mezcla de tecnificación, deshumanización, perdida de libertades individuales, manipulación de la verdad y superpoblación, abordos de manera individual, dieron lugar al ciberpunk como producto maduro de la distopía. En cierto modo, este movimiento no crea nada nuevo, sino que recoge lo mejor de todas las distopías ya existentes para reunirlas de forma sólida y coherente, creando obras sólidas y de múltiples lecturas. Como ejemplo de todo esto tenemos títulos como Neuromante (William Gibson, 1984), Brazil (Terry Gilliam, 1985) y Blade Runner (Ridley Scott, 1982).

Escenarios y contextos
Escenarios Contextos
No físicos: Estáticos: En movimiento: Ambiguos: