Escenarios apocalípticos

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‌‌‌Los escenarios apocalípticos (o escenarios postapocalípticos) son aquellos escenarios de ciencia ficción en los que la sociedad ha sucumbido a alguna forma de destrucción.

Sin duda, para un autor es atractiva la idea de un desastre a escala planetaria que diezme la población y obligue a replantearse los términos de la supervivencia como individuos y como especie. En estas condiciones, convenciones sociales o preceptos morales deben ser abandonados en aras de algo más primario como el simple hecho de seguir viviendo.

Sin embargo, muchas veces esta oportunidad de explorar la pretendida objetividad e universalidad de nuestros valores es desaprovechada en favor de una historia trepidante en la que el protagonista suele tener que luchar arduamente por su vida en un mundo que se ha vuelto repentinamente salvaje. Aún así, esta reacción primaria no deja de contener cierta enseñanza. ‌‌‌‌‌‌

Clasificación de los escenarios apocalípticos:

Existen muchas causas que pueden dar lugar a un escenario apocalíptico. Muchas de ellas, pese a ser distintas dan lugar a escenarios similares, y viceversa: distintos escenarios pueden tener causas similares.

Por ejemplo, una guerra apocalíptica puede tener su origen en una guerra entre humanos, una invasión extraterrestre o una rebelión de las máquinas, pero en todos ellos el escenario es similar: los humanos se esconden entre las ruinas de sus ciudades mientras enemigos hostiles aguardan agazapados entre los escombros o los sobrevuelan en sofisticadas máquinas de tecnología avanzada.

Por otra parte, una misma causa, una guerra entre humanos puede dar lugar a escenarios muy distintos, desde una guerra que todavía perdura entre las ruinas hasta un escenario de apocalipsis nuclear en el que ya no hay bandos ni sociedad de ningún tipo.

Debido a esto, resulta más conveniente clasificar estos escenarios por sus características internas que por las causas que los han generado. Por ejemplo, tanto en un apocalipsis nuclear como en uno biológico en el ambiente hay elementos contaminantes que causan graves enfermedades. Esto los diferencia de los ecológicos, en los que el ambiente es hostil por causas climáticas pero no hay ninguna amenaza invisible y ominosa.

Sin embargo, y pese a su parecido (existencia de un agente invisible -radiación o enfermedad- potencialmente letal), tanto el apocalipsis nuclear como el biológico tienen una diferencia fundamental: en el primero el peligro es ambiental, mientras que en el segundo los mismos humanos pueden suponer una amenaza.

De esta forma, la forma interna de la obra nos da una clasificación más fiable que unas causas que, en última instancia, pueden ser irrelevantes.

Apocalipsis nuclear:

Artículo principal: Apocalipsis nuclear

Los apocalipsis nucleares son una de las formas más habituales de escenario apocalíptico durante la guerra fría. Durante esta época el temor a que alguno de los dos bandos (EE.UU. o la U.R.S.S.) se le soltara el dedo y pulsara el botón fue hábilmente explotado por Hollywood con grandes películas como ¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú (1964) o Juegos de guerra (1983). Sin embargo, ¿Qué ocurre después de que el botón haya sido pulsado?

La idea más extendida en la literatura y el cine de las consecuencias de una hipotética guerra nuclear queda bien ilustrada en la frase de Albert Einstein "No conozco con qué armas se librara la Tercera Guerra Mundial, pero la cuarta se librara con palos y piedras." Así, la mayoría de escritores y directores imaginaron mundos arrasados en los que los protagonistas luchaban por sobrevivir entre las ruinas de nuestras ciudades.

Esta posibilidad es el escenario de Mad Max (1979), Un chico y su perro (1969) o El planeta de los simios (1968). En estas películas el mundo tal y como lo conocemos ha desaparecido. La sociedad no existe y los supervivientes tratan de vivir entre las ruinas. Estas historias suelen tener en común que se postula la desaparición de la civilización, si bien con interesantes diferencias de una a otra.

En Mad Max, sobre todo en su primera entrega, la civilización no ha desaparecido completamente. Existen ciudades más o menos similares a las que hoy en día conocemos y donde se ha conseguido mantener cierto orden. Pero fuera de estos núcleos urbanos se extienden bastos desiertos en los que escasean los recursos, sobre todo el agua y la gasolina, y desarrapados supervivientes reúnen los pedazos útiles de las antiguas máquinas tratando de seguir adelante.

En El planeta de los simios la lesión sufrida por la civilización ha sido mucho más profunda; de hecho, los humanos han involucionado hasta la época de las cavernas, apenas poseen lenguaje y por supuesto no tienen tecnología.

Aunque el temor a la desaparición de la civilización tal y como la conocemos es casi una constante en las obras de este tiempo, no todas tienen el mismo enfoque pesimista.

Un claro ejemplo de esto último es Cántico por Leibowitz (tanto el relato de 1955 como la novela de 1960). En esta historia de Walter M. Miller la civilización también ha sucumbido; justamente, a manos de los irritados supervivientes que han encontrado en la ciencia el origen del desastre. Sin embargo, el autor relatará la recuperación progresiva de la civilización y del saber, que ha sido preservado en los monasterios.

Tampoco faltó incluso quien pensaba que el ser humano seguiría adelante sin mayores problemas tras una Tercera Guerra Mundial que casi todos daban por segura. Menciones a esta guera se hacen en Brigadas del espacio (1959), de Robert A. Heinlein, o en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick, novelas que muestran la supervivencia del ser humano (y de su civilización) a pesar del desastre.

En España podemos encontrar un emotivo relato acerca de la tozudez y la esperanza, La cosecha (1987), de Javier Cuevas, en el que un agricultor se resiste a dejarse morir de tristeza en medio del invierno nuclear.

Apocalipsis biológico:

Artículo principal: Apocalipsis biológico

A veces los escenarios apocalípticos lo son sólo para el ser humano o un reducido grupo de especies. Uno de estos casos son los apocalipsis biológicos. En estos escenarios la raza humana sucumbe a una enfermedad que la diezma sin afectar al resto de las especies ni a las estructuras o edificios que componen sus ciudades. Ejemplos claros pueden ser 12 monos (1995) o 28 días después (2002).

Aunque no se trata de una plaga vírica ni de ningún tipo de enfermedad, en Final Fantasy (2001) la Tierra ha sido arrasada por unas extrañas formas incorpóreas que acaban con todos los seres vivos y la humanidad vive encerrada en colonias impermeables a estos seres. Fuera de estas colonias el mundo es un desierto sin vida. Curiosamente, la amenaza ha llegado del espacio exterior a bordo de un asteroide, un magnífico vehículo de destrucción para algunos guionistas.

En El día de los trífidos (1951) se nos muestra algo diferente, en principio más aparatoso pero bastante sugestivo. La irresponsable manipulación genética de cierto tipo de planta con el posible fin de conseguir un aceite de calidad ha dado como resultado una híbrido que se reproduce con rapidez y es extremadamente peligroso, una especie de planta carnívora, gregaria y dotada de cierta inteligencia. Es de suponer que una especie de tales características fuera nociva no sólo para el ser humano, sino también para muchos otros tipos de animales.

12 monos o 28 días después, películas bastante modernas, se muestran mucho más preocupadas por el desarrollo de armas biológicas y de virus letales, estos sí, sólo dañinos para el ser humano. Lo que dejaría, irónicamente, a un planeta que, libre de nuestro peso, quizás se recuperase algo de los daños ecológicos que lo acechan.

Apocalipsis ecológico:

Artículo principal: Apocalipsis ecológico

Los apocalipsis ecológicos son otra rama completa dento de los escenarios apocalíticos. En estos casos la Tierra sucumbe por algún tipo de desastre climático o ambiental (sequías, situaciones climáticas extremas, inundaciones...). Por ejemplo, en El mundo sumergido (1962) de J.G. Ballard un incremento de actividad solar derrite los casquetes polares. Como consecuencia de esto, el nivel de las aguas asciende, los helechos, los insectos y las iguanas conquistan las ciudades abandonadas y la humanidad debe migrar hacia los polos.

Un ejemplo similar al anterior pero mucho más extremo es la película Waterworld (1995), en el que toda la superficie del planeta está cubierta de agua y la tierra firme es una leyenda.

Pero no sólo las aguas pueden barrernos debido al calentamiento global. En el extremo opuesto se encuentra El día después de mañana (2004). En esta película, curiosamente, ciertas hipotéticas investigaciones indican que el calentamiento global del planeta podría desencadenar un repentino y catastrófico cambio climático de la Tierra, trayendo una nueva e instantánea era glaciar.

También se puede considerar un desastre ecológico el escenario planteado en El día en que la Tierra se incendió (1961), aunque el origen del desastre esté en la bomba atómica. Debido a las pruebas atómicas de los gobiernos que se adentraban en la Guerra Fría, el eje de la Tierra sufre una variación y el clima varía, generando multitud de desastres naturales.

Por supuesto, no todos los desastres son atribuibles al hombre. En Invernáculo (1962) de Brian W. Aldiss la Tierra, debido al fenómeno de marea del Sol, ha detenido su rotación (mejor dicho: la ha sincronizado con el periodo de traslación), de forma que el Sol mantiene una posición fija en el cielo. Esto ha dado lugar a un crecimiento exagerado de las plantas, que son quienes dominan el planeta.

La nueva versión de Ultimatum a la Tierra (2008) escoge también la admonición ecológica en vez de la prevención atómica. Así, los extraterrestres que nos vigilan deciden acabar con los humanos por estar dilapidando los recursos naturales del planeta. Curiosamente, la solución final de Klaatu acaba está diseñada para acabar con todo rastro de vida sin discriminar a humanos a dulces animales.


Escenarios apocalípticos
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Escenarios y contextos
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