Inteligencia artificial (definición)

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La inteligencia artificial es uno de los conceptos más interesantes de la ciencia ficción.

En cierto modo podría decirse que existe desde principios del siglo XX, unido al concepto de robot. Ciértamente, muchos de los robots que aparecen en los relatos de las revistas pulp o, incluso, los robots de Metrópolis, de Fritz Lang, eran o pretendían ser inteligentes.

Sin embargo, no es hasta la llegada de los ordenadores y la informática en los años '60 que el tema toma cierto peso.

Hasta entonces, los robots parecían actuar como si pensaran, pero era sólo por "exigencias del guión". Nadie se había planteado cómo podía producirse ese pensamiento o sus implicaciones. Cuando los ordenadores comenzaron a crecer en potencia, pronto se especuló con la posibilidad de que esta tecnología pudiera llegar a emular el pensamiento humano.

Al ver plausible el hecho de la inteligencia artificial muchos escritores comenzaron a preguntarse si estas nuevas inteligencias podrían considerarse "vivas", si tendrían sentimientos y, tal vez, derechos. Entre las obras que abordan este problema en estos primeros años, sin duda, la que lo hace con mayor maestría es 2001, una odisea espacial (1968), tanto en su versión cinematográfica de Kubrick como en la literaria de Arthur C. Clarke.

Situado en su contexto, HAL el inflexible ordenador de la Discovery parece un amenazador ejemplo más de este tipo de ser ajeno a lo que conocemos. De hecho, durante la nueva ola, en los años setenta, la inteligencia artificial y sus peligros empezaron a adquirir una relevancia similar a la de la guerra nuclear, y los escritores, cuando abordaban este tema, solían hacerlo desde una perspectiva que ahondaba aún más en el llamado complejo de Frankenstein. Así, fruto de este época encontramos obras como No tengo boca y debo gritar (1967), de Harlan Ellison (que daría origen a la icónica Terminator) o El engendro mecánico (1977).

Todas estas I.A. eran máquinas únicas, primeros en su especie, e indefectiblemente conspiraban secretamente para hacerse con el poder y sojuzgar, esclavizar o incluso exterminar a la raza humana, en base a su lógica perfecta e inhumana. Sus motivos eran bien la venganza o la mera supervivencia, pero el hombre siempre era o un enemigo o un obstáculo, demasiado peligroso, lo que dotaba de cierta carga alegórica a estas obras.

Sin embargo, una vez asumido el tema como una inevitabilidad futura, el ciberpunk, heredero del anterior movimiento, decidió utilizar a estas inteligencias no humanas con profusión, haciendo que llegaran a convertirse en una de las señas de identidad del género. Esta casi cotidianeidad resto amenaza a los nuevos entes inteligentes, y simultáneamente permitió explorar con mayor libertad su posible naturaleza.

Así, en Neuromante (1984), William Gibson nos presenta a la misma IA que conspira y enreda gracias a sus inmensas capacidades, pero sin el temido fin de exterminar o sojuzgar a sus creadores, sino en base a sus propios intereses particulares, motivaciones a veces difíciles de entender por nuestras inteligencias, no porque sean inferiores, sino radicalmente diferentes. Por eso, el ciberpunk supone la madurez de este tema.

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