La cuerda es el mundo

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La cuerda es el mundo
Autor: China Miéville
Otros títulos:
Datos de primera publicación(1):
Título original: The Rope is the World
Revista o libro: Icon Magazine
Editorial:
Fecha Febrero de 2010
Publicación en español:
Publicaciones(2): Terra Nova 3
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos:
Otros datos:
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

China Miéville (2010)

La cuerda es el mundo no es un relato al uso, en el sentido de que no tiene unos protagonistas ni una trama que recorra un planteamiento nudo y desenlace, sino que va contando una crónica del surgimiento y decadencia de los ascensores espaciales en la Tierra.

Ciencia ficción dura:

Resulta evidente que el protagonista del relato es el propio escenario, el ascensor espacial, una estructura descomunal, de más de 36.000 km de longitud, lo que la relaciona directamente con la categoría de los Big Dumb Objects. Aunque el origen y la historia de los ascensores es conocido (de hecho, es el núcleo del relato), el enfoque que Miéville hace del mismo, utilizando un narrador situado en un futuro lejano en el cual estas estructuras han sido parcial o totalmente abandonadas, las sitúa en un contexto misterioso, propicio para la exploración, característico de este tipo de literatura.

Y es de acuerdo a este esquema donde encontramos la razón de que el pseudo-relato sea entretenido, pese a ser una aparente crónica de acontecimientos. Todo él está imbuido por el sentido de la maravilla, el grandioso escenario azuza la imaginación del lector y algunas frases medidas, desperdigadas en dos o tres sitios, son suficientes para trazar un esquema de partida para ambientar un relato muy sugestivo: pasillos solitarios, contrabandistas, niveles abandonados, núcleos de población aislados durante generaciones... La obra de Miéville no es un relato, sino la semilla de muchos. La crónica de acontecimientos no persigue una finalidad concreta, ni mucho menos justificar una situación final, sino que es un ejercicio de evocación.

En cuanto a la parte científica, el autor se muestra correcto, evitando elucubrar demasiado sobre las circunstancias que permiten tales construcciones. De nuevo, con habilidad, se vale de unas pocas frases para sugerir más que asegurar. Especialmente interesante es su manera de enriquecer el contexto y reforzar la credibilidad del pacto de ficción haciendo alusión a personajes y datos, sin complicar la narración al tratar de explicarlos.

Por ejemplo, en los primeros párrafos menciona las ideas del científico ruso Konstantín Tsiolkovski (1857-1935), el llamado padre de la cosmonaútica, sin llegar en realidad a describirlas, pero dejando en la mente del lector la semilla para imaginarlas.

Y por supuesto, no puede dejar de hacer un homenaje a Arthur C. Clarke al mencionar en cierto pasaje la órbita de Clarke, refiriéndose a la órbita geoestacionaria que él autor inglés propuso en 1945, y que es parte esencial del diseño de estos ascensores.

En definitiva, una obra ágil que, pese a centrarse en temas propios de la ciencia ficción dura, sabe dar prioridad al lenguaje narrativo, y que explota magníficamente el efecto maravilloso que caracteriza a este tipo de ciencia ficción. Su capacidad para sugerir (en especial en lo referido a aspectos políticos, económicos y sociales) construye además una base natural para la reflexión especulativa. Por todo ello, un producto notablemente interesante, aunque la ausencia de personajes e historias personales le reste entidad.