La guerra de los mundos (Libro)

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H.G. Wells (1898)

La guerra de los mundos, pese a ser una las primeras obras de ciencia ficción, es una de las obras maestras del género.

Si bien la historia narra una invasión extraterrestre procedente de Marte, la verdadera intención del autor es, en realidad, criticar los usos y costumbres de la sociedad victoriana. Para ello, Wells se vale de unos marcianos que aplastan la inglaterra de finales del siglo XIX para denunciar las prácticas colonialistas de sus conciudadados:

"Antes de juzgarlos [a los marcianos] con excesiva severidad debemos recordar que nuestra propia especie ha destruido completa y bárbaramente no tan sólo a especies animales, como el bisonte y el dodo, sino razas humanas culturalmente inferiores. Los tasmanienses, a despecho de su figura humana, fueron enteramente borrados de la existencia en una guerra exterminadora de cincuenta años, que emprendieron los inmigrantes europeos. ¿Somos tan grandes apóstoles de misericordia que tengamos derecho a quejarnos porque los marcianos combatieran con ese mismo espíritu?";

la hipocresia de la sociedad victoriana:

"Con infinita suficiencia iban y venían los hombres por el mundo, ocupándose en sus asuntillos, serenos en la seguridad de su imperio sobre la materia. ¡Es posible que bajo el microscopio obren de igual manera los infusorios!";

y hasta la cobardía y displicencia de sus conciudadanos, valiéndose para ello de personajes como el Vicario:

"En Halliford ya había notado su costumbre de lanzar exclamaciones y su estúpida rigidez mental. Sus interminables monólogos, proferidos entre dientes, impedían todos los esfuerzos que hacía yo por hallar un plan de acción y, a veces, me llevaba hasta el borde de la locura. En lo concerniente a la falta de control, se parecía a una mujer tonta. Solía llorar horas enteras y creo que hasta el fin pensó ese niño mimado de la vida que sus débiles lágrimas tenían cierta eficacia";

o el artillero.

"- Estamos trabajando bien -dijo-. Dejémoslo por un rato. Creo que ya es hora de ir a explorar los alrededores desde el techo.
Yo era partidario de continuar, y tras ligera vacilación, él tomó de nuevo la pala. De pronto se me ocurrió una idea e interrumpí mi labor. Él me imitó de inmediato.
- ¿Por qué andaba caminando por el campo comunal en vez de estar aquí? -le pregunté.
- Estaba tomando aire -repuso-. Ya volvía. Es menos peligroso de noche.
- Pero ¿y el trabajo?
- Uno no puede trabajar siempre -dijo.
De inmediato lo vi tal cual era. Él titubeó un instante, con la pala en la mano.
- Ahora deberíamos hacer un reconocimiento desde arriba, pues si se acerca alguno de ellos podría oír el ruido y tomarnos de sorpresa- manifestó";
(...)
Tomé entonces la resolución de dejar al extraño e indisciplinado soñador de grandes cosas a solas con su bebida y alimentos y entrar en Londres";

Así, la novela se convierte en un magnífico ejemplo de lo que realmente es la ciencia ficción: no se trata tan sólo de una serie de historias más o menos imaginativas en las que la ciencia cobra cierta importancia, sino un género literario que se basa en situaciones falsas pero más o menos plausibles para plantear temas de importancia para el autor o su época.

Buena parte del mensaje de Wells sigue vivo más de un siglo después de que él escribiera la novela. Hace tiempo que la inglaterra victoriana ha quedado atrás, pero la naturaleza del hombre no ha cambiado: cuando una situación excepcional lo libera de los condicionantes sociales, el ser humano se transforma por copleto. Por esta razón, la historia puede ser retomada, como hizo Spielberg con su adaptación cinematográfica.