Música y ciencia ficción

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Como el resto de medios, la música se ha hecho eco de las posibilidades de la ciencia ficción y se ha establecido entre ambas una relación que, aunque ha fluido más habitualmente desde la primera hacia la segunda -por ejemplo, proporcionando memorables bandas sonoras a películas del género- también ha proporcionado inspiración para algunos famosos temas musicales.

Debido a la mayoritaria preponderancia de la música en inglés, a veces resulta realmente difícil advertir que algunas de estas canciones versan sobre temas como el viaje espacial o los futuros distópicos. Mucho más sencillo resulta descubrir esta influencia dentro de los modernos videoclips, una forma de entretenimiento eminentemente visual que se ha beneficiado enormemente de las nuevas estéticas futuristas surgidas con el ciberpunk.

Tratando de rastrear esta mutua influencia, se puede, por lo tanto, elaborar dos listas independientes: música funcional que ha servido de banda sonora a productos de ciencia ficción y música directamente inspirada por los temas de este género, como sería el caso de las letras de las canciones.

Se podría también realizar un tercer apartado, el del videoclip, como un género artístico, hermano menor del cine, que con frecuencia se ha inspirado en obras de ciencia ficcón (de cualquier tipo y no sólo cine) y que ha contribuído a desarrollar lenguajes visuales muy vinculados a este género.

Música funcional para ciencia ficción:

Estas serían las composiciones musicales pensadas como acompañamiento o vehículo sonoro de ciertos productos de ciencia ficción, cuyo ejemplo más característico sería el de las bandas sonoras de películas.

Esta música, separada del producto al que sirven, no contiene en realidad ninguna referencia a ciencia o tecnología que pudiera indicar que nos encontramos escuchando música de ciencia ficción. Sucede así con la banda sonora de películas como Solaris (Cliff Martinez, 2002) o Gattaca (Michael Nyman, 1997) : pese a ser ambas magníficas composiciones, su audición independiente de las imágenes para las que fueron compuestas no nos evoca ningún tema propio del género, no son más que música.

No obstante, existen determinadas piezas musicales que han adquirido tal entidad y personalidad que al escucharlas evocamos inmediatamente la escena, personaje o película para la que fueron pensadas. Es el caso de el tema principal de Superman (John Williams, 1978) o la Marcha imperial de El Imperio contraataca (John Williams, 1980). Una y otra han pasado a formar parte de la cultura popular, son perfectamente identificables por la mayoría de nosotros sin necesidad de ver a Darth Vader o al superhéroe de la capa roja alzar el vuelo y, de hecho, escuchar estas tonadas nos evoca inmediatamente dichas imágenes e, incluso, ciertos sentimientos anejos como el de malignidad y peligro o heroicidad y optimismo.

Obras inspiradas en la ciencia ficción:

Existen también piezas musicales que pueden ser consideradas ciencia ficción por si mismas, sin necesidad de servir de soporte a otros medios como el cine. El ejemplo más inmediato es el de las letras de las canciones que, como cualquier otro formato literario, pueden versar sobre cualquier tema: amor, esperanza, epopeyas militares o, como no, ciencia ficción.

Pero también existen discos completos cuya inspiración ha tenido origen en una obra o una historia de ciencia ficción, como si se trataran de modernas sinfonías que buscasen un tema acorde a los tiempos futuristas de sus arreglos.

Álbumes:

Ha sido muy poco frecuente el que los autores musicales se decidiesen a realizar obras de larga duración y formato abiertamente inspiradas en ciencia ficción. No obstante, existen curiosas excepciones, ejemplos como David Bowie o Aviador Dro, cuyo éxito hace reflexionar sobre el desmedido miedo que los profesionales de la música le tienen a este género.

La década de 1970 fue una momento de experimentación musical. Desde el lado más tradicional, el rock de la década anterior evolucionó hacia aspectos más sicodélicos y sinfónicos. Así mismo, fue el momento del surgimiento de la electrónica. Muchos de estos grupos empezaron a añadir sintetizadores y vocoders de manera habitual y aparecieron los primeros grupos netamente electrónicos como Kraftwerk. Este ambiente propicio a la experimentación y a la creación de atmósferas hizo que muchos artistas se fijaran en la ciencia ficción como inspiradora de escenarios. Tenemos así ejemplos de grandes obras, casi sinfónicas, como la paradigmática The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (David Bowie, 1972) en el lado del nuevo rock, o Dune (Klaus Schulze, 1979) por el lado de la música ambiental.

En España, con ligero retraso, se pueden nombrar la magnífica obra conceptual Ciclos (1974), del grupo de rock sicodélico Los Canarios. Mientras que en lo electrónico no tendríamos una representación del género hasta el primer disco de el Aviador Dro, en 1982, Alas sobre el Mundo.

A lo largo de las décadas, los ejemplos han ido goteando con mayor o menor frecuencia. Las obras conceptuales, por su tendencia a lo instrumental, han sido abordadas con más frecuencia desde la música ambiente, levemente electrónica (The Song Of Distant Earth, de Mike Oldfield, 1994), pero no han faltado interesantes álbumes más cercanos al rock y al pop, como Outside (otra vez David Bowie, 1995) o Black Holes and Revelations, (Muse, 2006).

Canciones:

Artículo principal: Canciones de ciencia ficción

La letra de una canción es un vehículo poco utilizado para escribir ciencia ficción y hay pocos ejemplos que puedan ser considerados en sí mismos una obra de ciencia ficción, como Space Oddity, de David Bowie (1969) o Llamando a la Tierra, de M-Clan (1999).

Sin embargo, la música y en especial la canción popular es un reflejo de los gustos e influencias de cada sociedad en un momento dado. Así, abundan las letras con referencias a temas y obras de ciencia ficción, especialmente y cada vez más, a películas de éxito.

Videos:

Artículo principal: Videoclips de ciencia ficción

Con la popularización del videoclip en los años ochenta como medio de difusión de estas canciones, surgió un nuevo formato de expresión artística, más cercano al cine que la literatura e indiscutiblemente unido a la música. Al principio estos videos eran un tanto toscos, poco imaginativos y formales (solían mostrar al grupo tocando o haciendo alguna monería para las cámaras). La importancia del videoclip como medio de difusión de un éxito musical fue en aumento, sobre todo apoyado por el fenómeno televisivo en el que proliferaban programas musicales especializados en estos videos. A mediados de los noventa su importancia era ya tan grande que para su producción y rodaje se invertían enormes cantidades de dinero y se contrataban a directores especializados como Chris Cunningham, Spike Jonze o Michel Gondry, quienes traían nuevas estéticas e ideas.

El propio Ridley Scott (Blade Runner, Alien...) o los hermanos Wachowsky (Matrix), se formaron profesionalmente dentro de este ámbito laboral y las técnicas y el dinamismo visual adquirido en la grabación de estas pequeñas obras se hace evidente en sus películas posteriores. Por lo tanto, no sólo los videos musicales se han podido beneficiar de unas influencias y una trayectoria cinematográfica que era anterior a su eclosión, sino que también han sabido renovar el lenguaje visual del cine gracias a esta migración de talentos con algunos ejemplos tan buenos en este sentido como Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze) u Olvídate de mí (Michel Gondry), obras que le deben mucho al video musical.

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