Otros mundos

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Los autores de ciencia ficción han imaginado una gran cantidad de mundos alternativos en los que dar contexto a sus obras.

Algunos de ellos, especialmente dentro de la Space Opera no han sido más que lugares asombrososo en los que ambientar las historia (piénsese, por ejemplo, en la cantidad de mundos diferentes que es posible ver en la saga de Star Wars). Otros, sin embargo, son especulaciones serias de autores de ciencia ficción dura que tratan de imaginar las consecuencias de unas determinadas condiciones más o menos extremas.

Esto que sigue no pretende, ni mucho menos, ser una recopilación exhaustiva, sino tan sólo una indicación somera de mundos que por sus características singulares pueden ser remarcables.

Ecosistemas únicos

Artículo relacionado: Ecosistemas de ciencia ficción

La Space Opera, a pesar de ser un género menor, ha sido capaz de imaginar mundos singulares y muy interesantes. La saga de La guerra de las galaxias es un buen escaparate de ellos: el mundo desértico de Tatooine, el mundo helado de Hoth, las ciénagas de Dagobah, las selvas de la luna de Endor... Todos estos mundos son muy diferentes entre sí y, sin embargo, reúnen una característica común: contra toda posibilidad geográfica o écológica, un único ecosistema o paisaje cubre la totalidad del planeta. Así, cambiar de planeta implica cambiar de escenario, y viceversa. Pese a ello, la magnífica ambientación de las películas hace de esto un punto a su favor.

Hay otros ejemplos de mundos de un único ecosistema. Un ejemplo claro lo tenemos en Dune (Frank Herbert). En esta novela aparece Arrakis, un planeta abrasado por el sol, cubierto de dunas, habitado por seres tan fantásticos como los gusanos de arena y en el que los humanos están relegados a los polos, a excepción de unos pocos guerreros nómadas.

Un interesante ejemplo de ecosistema atípico lo presenta también Orson Scott Card en la tercera parte de su saga de Ender, Ender el Xenocida. Lusitania es un planeta recién colonizado con una ecología totalmente extraterrestre. Existen apenas cuatro especies, interrelacionadas entre sí por la descolada, un virus letal para los humanos e imprescindible para la biología del planeta. Pero a los lectores del Gran Maestro Asimov puede que este argumento les suene familiar.

Mundos de Asimov:

Asimov tenía una imaginación desbordante que le permitió idear una infinidad de otros mundos, en los cuales ambientaba sus relatos.

Así, tenemos Trantor, el planeta-ciudad de Fundación. Es otro ejemplo de planeta con un único escenario: una gran ciudad que se ha extendido hasta cubrir todo el planeta, de forma que depende totalmente del comercio con otros planetas.

En Padre fundador aparece un grupo de astronautas que cae en un planeta cuya biosfera esta basada en el nitrógeno. Los conocimientos de biquímica de Asimov son bien patentes en este relato, remarcando el precario equilibrio de un ecosistema así. En este escenario, los astronautas, varados y aislados de por vida, se dedicarán a alterar el ecosistema para dar impulso a la vida en su forma terrestre por la muy antiheróica razón de que no tienen nada mejor que hacer.

En otro de sus mundos encontramos una forma de vida que ha parasitado y alterado las demás, de forma que animales, bacterias, plantas... no son más que meros matices de esta forma de vida superior con conciencia planetaria, base argumental reciclada por Orson Scott Card en el planeta Lusitania.

Sin embargo, de todos estos mundos imaginados por Asimov, el más significativo es el planeta de su relato Anochecer. Este mundo se encuentra en un sistema de cinco soles, de forma que siempre hay alguno de ellos en el cielo y la noche es inimaginable. Sin embargo, cada cinco mil años los soles se alinean y cae la noche. Entonces, sus habitantes, incapaces de soportar la oscuridad, enloquecen y la civilización desaparece.

Sin duda, una idea muy interesante. Tanto es así que un mundo en un sistema múltiple con un día casi perpetuo en el que, ocasionalmente, cae la noche y aparece una desgracia ha sido imitado con éxito en otros géneros, como la película Pitch Black.

Mundos de K. Le Guin:

Ursula K. Le Guin imaginó en el Ciclo de Hainish mundos habitados por diferentes razas con un origen común que, tras siglos de aislamiento, han vuelto a reencontrarse.

Algunos de estos mundos son extraños. Por ejemplo, Gueden (La mano izquierda de la oscuridad), que es un mundo gélido, o Werel (Planeta de exilio), un mundo con un ciclo anual larguísimo (unos sesenta años terrestres) en el que sus habitantes pasan media vida, el verano, preparándose para sobrevivir la otra media (el invierno).

Sin embargo, los mundos de K. Le Guin se caracterizan principalmente por las diferencias culturales entre las razas que los habitan. Estas diferencias crean dificultades en la comunicación entre culturas, que son el eje de las narraciones.

Mundos extremos:

Pero existen ejemplos todavía más imaginativos y sorprendentes.

En Misión de gravedad Hal Clement nos describe el planeta Mesklin. Este planeta tiene un periodo de rotación tan corto que la fuerza centrífuga hace que la aceleración de la gravedad en el ecuador sea una fracción tan reducida de la que hay en los polos que los seres que lo habitan se encuentran literalmente incapacitados de pasar de una latitud a otra.

Robert L. Forward imagina en Huevo del Dragón un caso más extremo de gravedad elevada: En la superficie de una estrella de neutrones, con sesenta y siete mil millones de veces la gravedad terrestre, un periodo de revolución de sólo 200 milisegundos y un campo magnético de un billón de gauss, imagina que existe vida, la de los "cheela", unos seres ameboides que viven en una hora el equivalente de más de cien años de vida terrestre.

Ambos casos constituyen algunos de los mejores exponentes de la ciencia ficción dura.

Escenarios y contextos
Escenarios Contextos
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