Paradoja de Fermi

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La Ecuación de Drake es una aproximación al número de posibles civilizaciones extraterrestres existentes en la galaxia. Algunos primeros resultados de esta ecuación fueron del orden de millones para Carl Sagan y de cientos de miles para Isaac Asimov. Con esos datos en la mano, la paradoja de Fermi viene a preguntarse cómo es posible que con tal superpoblación en la galaxia todavía no hayamos contactado con ninguna de estas civilizaciones.

Sin embargo, observando con detenimiento el resultado de la ecuación de Drake se puede ver que la paradoja podría no ser tal.

El resultado de la ecuación de Drake es el número de civilizaciones desarrolladas con el deseo de comunicarse que hay en un instante dado en la galaxia. Sin embargo, el hecho de que una civilización de tales características exista no implica que la comunicación pueda darse.

El cálculo de Asimov, por ejemplo (530.000 civilizaciones extraterrestres en la galaxia) implicaba una distancia media entre civilizaciones de 630 millones de años luz. Esto significa que cualquier mensaje radiado desde una civilización tardará, de media, 630 millones de años en llegar a otra civilización, independientemente de que ésta sea capaz de recibir dicho mensaje.

En el caso concreto de la Tierra, el primer mensaje radiado con potencia suficiente para rebasar la ionosfera fue el discurso de inauguración de los juegos olímpicos de Berlín en 1936 pronunciado por Hitler. Ninguna civilización situada más allá de la distancia alcanzada por dicho mensaje puede tener noticia de nuestra existencia. Es decir: a fecha de 2008, 72 años después de dicho acontecimiento, este mensaje no habrá llegado a más de 72 años luz. Una civilización situada más lejos no lo habrá recibido.

Dado que, según la estimación de Asimov, la distancia media entre civilizaciones es de 630 millones de años, en principio todavía queda mucho para que seres extraterrestres sepan de nuestra existencia. Es decir, que aunque existiera esa hipotética civilización, ésta no habría recibido aún nuestro mensaje. El mismo razonamiento sirve a la inversa. Quizá haya una civilización gritando "¿Hay alguien ahí?", pero su voz no ha llegado hasta nosotros.

Por otra parte, es posible que el mensaje haya llegado, pero que nosotros no estuviéramos preparados para oírlo. El proyecto SETI no se puso en marcha hasta los años '70. Quizá miles de mensajes hayan pasado de largo antes de dicha fecha pero, simplemente, no estábamos a la escucha.

Tampoco cabe suponer que, una vez emitido el primer mensaje una civilización siga transmitiendo eternamente. Es posible que, tras siglos de emisiones sin respuesta los intentos de comunicación cesen. Quizá el cese de emisiones tenga un origen más dramático: autores más pesimistas que Sagan o Asimov indican que quizás la causa de no contactar con otras civilizaciones es que a la ecuación de Drake hay que modificarla con una elevada tasa de destrucción de civilizaciones.

De esta forma, la posibilidad de contacto puede no ser más que un breve instante en comparación con la escala de tiempos en que se mueve la astronomía.

Por otra parte, aunque asumimos que un mensaje enviado viaja por el espacio de forma continuada no es así. Un frente de onda que no sea perfectamente lineal se difunde según un segmento de esfera y la amplitud de la señal sufre una atenuación directamente proporcional al cuadrado de la distancia recorrida. Dada la suficiente distancia, éste mensaje es imperceptible. De esta forma, aunque la Tierra, los satélites artificiales, naves y sondas espaciales emiten continuamente señales, éstas no están diseñadas más que para llegar a distancias inferiores a la del Sistema Solar. De forma análoga, tal vez existe una civilización desarrollada que emite en su entorno señales de radio, pero sólo podríamos escuchar aquellas emisiones ocasionales dirigidas a recorrer largas distancias.

Si asumimos que se envían mensajes según haces lineales, entonces, a escala astronómica, cuando éstos llegasen a la Tierra no ocuparían más que un simple punto en el firmamento. La posibilidad de que un radiotelescopio esté escuchando precisamente en ese lugar es despreciable. Todo esto, sin contar con la posibilidad de que grandes nebulosas u otros objetos astronómicos se interpongan en su camino.

De esta forma, la paradoja de Fermi podría no ser más que el resultado de enfrentar señales de potencia, extensión y duración de escala humana a distancias y tiempos de escala astronómica.

Voluntad de contacto:

Cabe, además, un impedimento más, despreciado en la ecuación de Drake pero tenido muy en cuenta por autores expertos en comunicación como Stanislaw Lem. Puede haber una especie inteligente con la que gracias ala buena suerte nos topemos, pero para que exista verdadera comunicación, deben darse además una serie de características que hagan compatible a esta inteligencia extraterrestre con al humana.

Así, en Solaris (1961) Lem imagina un océano vivo, capaz de interactuar, pero cuyas motivaciones son tan incomprensibles para nosotros que décadas de esfuerzos científicos no han producido ningún resultado.

En Fiasco (1986), Lem se aviene a imaginar una civilización que usa la tecnología de manera similar a la nuestra, por lo que se presupone que el contacto será más sencillo. Sin embargo, nuevamente los humanos chocan con motivaciones que tal vez sean incomprensibles para nosotros, con el resultado de que los extraterrestres parecen negarse rotundamente a establecer ningún contacto.

En este novela, el autor polaco menciona además una posible explicación para la ausencia de éxito del SETI: las civilizaciones sólo desean comunicarse durante un tiempo limitado, durante una especie de ventana tecnológica. Tras superar cierto grado, el salto tecnológico llevaría a las civilizaciones a evolucionar hacia formas que bien no pueden comunicarse o bien no lo desean hacer con civilizaciones subdesarrolladas como nosotros.

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N = (R*) × (P) × (ne) × (fl) × (fi) × (fc) × (L)