Poderes psíquicos

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Si consideramos la ciencia ficción dura como el patrón de lo que debería ser la ciencia ficción, está claro que los poderes psíquicos no tendrían cabida en ella.

Sin embargo, debido a la influencia de los dudosos experimentos de J.B. Rhine, en la universidad de Duke en Carolina del Norte (EE.UU.), en los que se investigaron fenómenos de percepción extrasensorial, muchos relatos de ciencia ficción de los años '40 y '50 estaban plagados de seres con estos poderes.

El descreimiento posterior de estos experimentos y la necesidad de una cierta plausibilidad dentro de los relatos de ciencia ficción, han desplazado a los relatos de poderes psíquicos hacia los géneros de terror o fantasía ya que, salvo en caso de la telepatía, los autores rara vez han encontrado un mecanismo que justifique claramente los poderes que articulan sus historias.

Así, mientras los telépatas son frecuentes en la ciencia ficción (El hombre demolido, Desafío total, Muero por dentro...), no es tan frecuente ver relatos en los que aparezcan otras formas de poderes psíquicos y que sean dignos de ser considerados ciencia ficción.

Pese a ello, tenemos excepciones como Minority Report, de Philip K. Dick, en el que se especula acerca de las implicaciones de unos seres precognoscientes. Sin embargo, la precosciencia no es más que la excusa del relato, más afín en realidad a la paradoja de la información que se deriva de los viajes temporales.

Practicamente todos los fenómenos paranormales han tenido cabida en algún punto de la historia de la ciencia ficción, con un mayor o menor respaldo teórico según el autor se sintiera más o menos inclinado a justificarse. A parte de las mencionadas telepatía y precosciencia (uno de los pilares de la saga de Dune), podemos encontrar telekinesis y teleportación en numerosas obras. No obstante, estas capacidades meramente físicas no han desatado tanto la imaginación de los escritores especulativos como las anteriores. La telepatía y el conocimiento anticipado del futuro ofrecen posibilidades éticas y morales, cuando no paradojas, mucho más suculentas intelectualmente. Las habilidades físicas, por muy extraordinarias que sean, es campo para las historias pulp y la Space Opera, terrreno más propicio para la fantasía y los cómics adolescentes. Mención especial merece Akira, que si bien no escapa de manera general al esquema de una historia de aventuras, la gran imaginación y sentido estético de Katsuhiro Otomo consiguió convertir una obra de temática habitual de adolescentes con poderes en una epopeya que conjuga casi todos los temas habituales del ciberpunk.

Tampoco es extraño encontrar que obras de fantasía o ciencia ficción que, valiéndose de la asunción por parte del protagonista de poderes psíquicos, defiendan la diferencia y huyan de la homogeneización a la que tiende frecuentemente la sociedad actual.

Existen numerosas obras que tratan el tema de la difícil elección entre la adaptación social o la defensa de los caracteres que quizás nos marginan pero que constituyen parte sustancial de nuestra personalidad, como sería el caso de estos telépatas y psíquicos. Pero también existen obras mucho más realistas, en el sentido de posibles, sin necesidad de recurrir a estas fantasías. Por ejemplo en La velocidad de la oscuridad de Elizabeth Moon, donde el debate se centra en la cura de una enfermedad indisolublemente unida a la visión del mundo del sujeto como es el síndrome de asperger.

Parapsicología, esoterismo y espiritismo:

Aunque su frontera es muy difusa, los poderes mentales o psíquicos no deben confundirse con los poderes paranormales o el esoterismo.

Los fenómenos paranormales son, por definición, científicamente inexplicables. Así pues, por aplicación al contexto que nos ocupa, cuando el poder extraordinario que describe un autor no viene acompañado de alguna explicación o argumentación científica, estaríamos hablando de parapsicología.

En principio, el esoterismo tampoco sería una cualidad de la ciencia ficción, ya que esotérico quiere decir que es impenetrable o de difícil acceso para la mente. Sin embargo, la versatilidad del género permite incluso la creación de obras de ciencia ficción dura basadas en temas esotéricos, como sería el caso de la existencia de una tercera dimensión para los habitantes de Planilandia, la obra de Edwin Abbott.

Pero no cabe ya ninguna duda de que nos encontramos ante una obra más afín a la fantasía que a la ciencia ficción cuando por ella empiezan a pulular espíritus o se hace uso de la magia para contravenir las leyes naturales sin mayor explicación.

En último término, la asunción de que nos encontramos ante un fenómeno natural pero inexplicable para nuestro nivel científico actual es una prerrogativa del autor, una triquiñuela con la que se pretende dar plausibilidad a fenómenos carentes de base y a los que el autor ni siquiera ha sabido o se ha molestado en dotar de una excusa coherente.