Psicología en la ciencia ficción

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La psicología es la ciencia que estudia la mente y el comportamiento humano, en contraposición a la psiquiatría, que se encarga del tratamiento e investigación de los problemas mentales desde el punto de vista fisiológico.

Muchas obras de ciencia ficción, especialmente durante la nueva ola, tienen una carga psicológica elevada, donde se elucubra acerca del comportamiento humano en unas condiciones dadas, normalmente extraordinarias. Suelen ser experimentos mentales que sirven para poner a prueba los preceptos culturales y morales que nuestra sociedad cree firmes y suponen, por tanto, un intento de desautomatización de los mismos.

Novelas como Flores para Algernon (1966) o Muero por dentro (1972) pueden ser un acercamiento útil a enfermedades degenerativas en las que el sujeto es consciente de su propia pérdida gradual de capacidad mental, un tema sobre el que es difícil generar empatía.

Otras obras se han dedicado a indagar acerca de la corruptibilidad moral y sus mecanismos (El hombre invisible) (1897) o, muy al contrario, han tratado de la relatividad de nuestros valores cuando se someten a situaciones no habituales (28 días después, 2002; La guerra de los mundos, 2005).

Finalmente, incluso, su afianzamiento como una ciencia social, la inclusión generalizada de los estudios psicológicos en los diversos ámbitos de la sociedad (político, comercial...), han mostrado que la psicología es una herramienta más de poder y que, por tanto, puede ser utilizada para manipular a los ciudadanos. Esto se ha mostrado principalmente en las distopías.

Por ejemplo, la novela 1984 (1949), refleja las inquietudes de George Orwell en este aspecto, avaladas por su experiencia durante la guerra civil española dentro del servicio de propaganda del bando republicano. Un personaje de la novela, O'Brien, llega a decir que la prisión y tortura de Winston Smith tiene por finalidad "volverlo cuerdo".

De manera similar, en la novela La naranja mecánica (1962) se presenta la "terapia de aversión", un método conductista para cambiar el comportamiento del protagonista, Alex, un delincuente amoral. Anthony Burgess, con gran habilidad, nos presenta la gran inmoralidad de utilizar semejantes métodos, incluso cuando el fin parecía evidentemente bueno, lo que crea un curioso juego de espejos entre la amoralidad del protagonista y la del estado en el que vive.