Vermilion Sands

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Vermilion Sands
Autor: J.G. Ballard
Otros títulos: No se le conocen
Datos de primera publicación(1):
Título original: Vermilion Sands
Revista o libro: Vermilion Sands
Editorial: Berkley Medallion
Fecha Abril de 1971
Publicación en español:
Publicaciones(2): Vermilion Sands
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos:
Otros datos:
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

J.G. Ballard (1971)

Vermilion Sands es una recopilación de relatos escritos por Ballard entre 1957 y 1970. La antología fue publicada por primera vez en 1971, aunque en España no se publicaría -con algunas modificaciones- hasta 1993.

Los relatos tienen como primer y evidente nexo de unión la ambientación en el entorno de una ficticia ciudad vacacional, Vermilion Sands, y sus alrededores, en un futuro cercano en el que la desertización ha avanzado hasta el punto de desecar lagos y mares enteros.

Los relatos también guardan una relación en cuanto a la temática, siempre relacionada con la presencia de una mujer fatal que sirve de motor a la historia, y el uso de alguna técnica artística vanguardista.

Los relatos:

Edición española de 1993:

Más de dos décadas después de su publicación en inglés, la antología fue traducida y publicada en España por Minotauro, cambiando el orden de los relatos y añadiendo uno adicional, Las estatuas cantantes (1962).

Escenario:

Vermilion Sands se engloba por su escenario dentro de las obras de Ballard relacionadas con distopías surgidas de catástrofes medioambientales. Sin embargo, este marco, dentro del que se desarrolla la narración, en ningún momento adquiere un especial protagonismo y es difícil percibir en él una verdadera crítica o admonición. Los personajes que se mueven por estas ciudades amenazadas por el desierto o que navegan por los mares de arena son más bien ajenos a la propia distopía y su nivel de vida no parece haber sufrido deterioro. Por el contrario, la mayoría de los personajes que transitan por los relatos parecen diletantes del arte, ricos ociosos y un sequito de artistas y artesanos que se nutren del dinero de aquellos.

La ciudad de Vermilion Sands parece inspirada en la californiana Palm Springs y parece vivir exclusivamente del turismo de personajes adinerados. Los más ricos poseen grandes mansiones en Lagoon West, un antiguo lago evaporado cuyo fondo se menciona calcinado o vitrificado. Otros artistas poseen estudios, casas en la playa y en los arrecifes de un mar de arena que se extiendo por kilómetros o viven en comunidades más modestas, como el pueblo de Ciraquito.

Otros elementos extraños completan un panorama sutilmente extraviado de nuestra realidad. Aunque Vermilion parece extremadamente cercano en el tiempo, con variadas alusiones a personajes reales de gran notoriedad en los años sesenta (especialmente, artistas, pintores, escultores y arquitectos como Dalí, Frank Lloyd…) hay una continua inclusión en la narración de detalles que parecen habituales para los personajes pero que a nosotros nos son completamente ajenos. Mutantes, poderes psíquicos, plantas cantoras, rayas de las arenas, barcos para navegar por el mar de arena y, muy especialmente, vanguardistas técnicas artísticas.

El arte en Vermilion Sands:

Ballard toma la evolución tecnológica del arte como un ejemplo de cómo la tecnología se ha insertado en cada elemento de la sociedad hasta el punto de que no podemos concebir ningún aspecto de nuestra sociedad sin tecnología. En este sentido, el arte inminente del futuro (en ocasiones, el estricto presente, aunque no lo parezca) es un arte tecnológico.

Con frecuencia, Ballard postula que esta tecnificación del arte lo vulgariza y lo despoja de sentido, pero en la mayoría de los ejemplos que propone el debate queda abierto.

Así, por ejemplo, una expresión artística presente en muchos de los relatos es la existencia de estatuas cantantes, esculturas que se tienen que considerar más bien instalaciones, mecanismos dotados de sensores y emisores que reaccionan ante la presencia humana emitiendo sonidos, melodías, y que a medida que se hacen más sofisticados, reaccionan incluso a los estados de ánimo, tienden a la abstracción (sonora y formal) o adquieren propiedades de los seres vivos, como la autonomía y reproducción. En estas estatuas, así como en las casas PT de Los mil sueños de Stellavista, o las peculiaridades de la escultura móvil de Venus sonríe, el ingenio del creador aún juega un papel esencial, si bien su trabajo parece ser cada vez menos artesano y más mecánico, electrónico, informático.

Sin embargo, otras expresiones delatan una total deshumanización del arte, su automatización, como es el caso de las máquinas versificadoras de Estudio 5, Las Estrellas o las pinturas de Grito de esperanza, grito de furia.

En cualquier caso, parece decir Ballard, sea bien o sea para mal, el arte, como expresión de la sociedad, cambiará, de esta o de muchas otras formas aún insospechadas.

La figura femenina en Vermilion Sands:

Vermilion Sands no ofrece una imagen muy positiva de la mujer, aunque en todos los relatos aparece una figura femenina central en torno a la cual gira la historia. El esquema típico de estos relatos presenta a un personaje narrador, siempre un hombre, en cuyo camino se cruza una mujer, frecuentemente misteriosa y con un pasado oculto. La historia se centra en el descubrimiento de este pasado o, en su defecto, en descubrimiento de las intenciones ocultas de la mujer, normalmente, centrada en sí misma u obsesionada con algún aspecto relacionado con la manera en que expresa su personalidad.

Así, Jane Ciracylides se acerca al narrador de Prima Belladona atraída fatídicamente por la principal planta cantante que este tiene en su tienda, o la agraviada escultora Lorraine Drexel deja escondida en la naturaleza de su escultura una sutil revancha contra el curador cultural que narra Venus sonríe. El pasado, en muchas de estas mujeres, tiene un cariz macabro, fatídico, y su historia parece abocada a repetirse: Emerelda en El juego de los biombos, Hope Cunard en Grito de esperanza, grito de furia, e incluso Gloria Tremaine en Los mil sueños de Stellavista, son estereotipos del mismo personaje que se reedita relato tras relato. La muerte violenta, en casi todos los casos, aparece indisolublemente unida a estas figuras, atractivas, fatales y, en último término, distantes y centradas en si mismas o en el mundo que han creado a su alrededor.

En definitiva, una plasmación que podría considerarse casi misógina, sino fuera porque Ballard no es tampoco especialmente complaciente con los personajes masculinos, ni los trata con mucho más detalle. En realidad, el personaje del narrador resulta un estereotipo igualmente repetido de manera deliberada dentro de la estructura de los relatos, que son como nueve versiones o visiones de la misma historia.

Efectivamente, Ballard nos cuenta una y otra vez la misma historia, y sin embargo, consigue que -tanto cada relato individualmente como los nueve como conjunto- funcione. Estas variaciones sobre el mismo tema representan casi un virtuosismo del autor, al tiempo que van enriqueciendo un escenario que testimonio a testimonio adquiere entidad, logrando un efecto evocador notable.

Premios:

Obtenidos: