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Los viajes temporales, viajes en el tiempo o viajes a través del tiempo, son uno de los temas más interesantes y característicos de la ciencia ficción.

Se trata de un tema muy interesante, ya que permite muchas posibilidades de especulación. Por ejemplo, no es la misma la intención de H.G. Wells en La máquina del tiempo (1895), cuando se valía del viaje temporal para especular acerca del capitalismo, que la intención de Robert A. Heinlein en Puerta al verano (1957) o Todos vosotros, zombies (1959), cuando especula acerca de las paradojas temporales, o la de Robert Zemekis en Regreso al futuro (1985), en la que el viaje temporal no es mas que una excusa para el entretenimiento.

Como tecnología:

Dado que la plausibilidad es una de las premisas de la ciencia ficción, la forma más habitual de viaje temporal es gracias a algún tipo de tecnología que permite fabricar una máquina del tiempo, cualquiera que sea la forma que ésta adopte.

El primer relato que incluye un viaje en el tiempo es Mirándo hacia atrás, de Edward Bellamy, escrito en 1888, una historia utópica en la que el protagonista utiliza la hipnosis para visitar una época futura.

Unos años después, en 1895, vería la luz La máquina del tiempo, de H.G. Wells, la primera novela que utiliza el recurso a la credibilidad científica para racionalizar el modo de viajar. En este relato el viaje temporal no era más que una excusa para plantear el problema de las desigualdades sociales y la lucha de clases, mirando con preocupación hacia un futuro darwiniano. Aún así, sus sugestivas posibilidades propiciaron su adaptación al cine en varias ocasiones, como El tiempo en sus manos (1960) o más recientemente La máquina del tiempo (2002).

Los viajes temporales fueron un recurso fácil para la Space Opera, pues un simple viaje al futuro podía ser la excusa para plantar al héroe del relato en un mundo nuevo y desconocido en el que su lejanía en el tiempo explicaba todo aquello que el autor se inventaba para sostener su historia.

Sin embargo, pronto se vio que los viajes en el tiempo planteaban interesantes paradojas, mucho más interesantes que un simple escenario para estas sencillas aventuras.

Son numerosas las obras de ciencia ficción basadas en viajes temporales, tanto en la literatura como en el cine. En ocasiones como en Viaje al futuro o El ruido de un trueno (1952) el viaje temporal puede, aparentemente, explotar estas pardojas pero, salvo honrosas excepciones como 12 monos (1995) el cine ha buscado más proporcionar un entretenimiento simple antes que basado en sutilezas paradójicas.

La literatura (dejando a un lado la mencionada Space Opera) ha sido mucho más especulativa, tratando desde las clásicas paradojas abiertas y cerradas hasta otras tan rebuscadas como Puerta al verano (1956) y Todos vosotros, zombies (1959), ambas de Robert A. Heinlein.

Como poder:

A pesar de que la ciencia ficción requiere plausibilidad, en algunas ocasiones los autores han recurrido a algún tipo de poder psíquico que permite al personaje desplazarse a otro instante.

Ejemplo de ello lo tenemos en Donnie Darko (2001). En esta película, el joven Donnie ve un gigantesco conejo venido del futuro que le avisa de la inminencia del fin del mundo. La cinta mezcla conceptos difusos de física, tales como los agujeros de gusano, para dar lugar a una historia interesante que mezcla viajes en el tiempo y paradojas temporales.

Igualmente involuntarios son los viajes de Evan en El efecto mariposa (2004). En esta película el protagonista padece episodios de amnesia. Su terapeuta le recomienda escribir un diario de su vida pero cuando lo relee, encuentra descritos en él los acontecimientos correspondientes a dichos episodios de amnesia y, al leerlos, su conciencia es transportada al pasado, donde un pequeño cambio puede alterar de forma importante el futuro.

La idea de la película coquetea con la hipótesis de que el tiempo no es lineal, sino que sólo lo percibimos así, por lo que para nuestra conciencia sería posible desplazarse por él como por un plano, retrocediendo en nuestro camino y tomando uno nuevo.

Algo así es lo que le sucede al protagonista de Treta tridimensional, relato escrito medio siglo antes, en 1956, por Isaac Asimov. En él, el protagonista regresa al pasado hasta un punto crítico, y debido al viaje, su mente queda modificada en consonancia.

Curiosamente, el poder de viajar en el tiempo es utilizado en el relato como método para escapar de una habitación cerrada, es decir, como una especie de teleportación. Y es que ambas características están fuertemente relacionadas, algo que pone muy de manifiesto Alfred Bester en Las estrellas mi destino, escrito también en 1956.

Efectivamente, si el teletransporte es definido como la capacidad de trasladarse a otro sitio de manera instantánea, entonces ha de convenirse que durante el viaje se ha vulnerado la premisa de que no se puede viajar más rápido que la luz, lo que abre al posibilidad al viaje temporal. Y efectivamente, el protagonista, Gully Foyle, en el clímax final de la obra, sufrirá episodios de saltos aleatorios en el tiempo al no poder controlar perfectamente su capacidad para "jauntear".

Desde el momento en que se asumió que el espacio y el tiempo formaban un sólo continuo, los autores comenzaron a identificar ambas habilidades y a comprender que si admitían que sus personajes hiciesen viajes instantáneos dominado el espacio, tampoco podían ponerles impedimentos para viajar por el tiempo con el poder de su mente.

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