Meteorito

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Un meteorito es un asteroide pequeño que logra sobrevivir a su paso por la atmósfera para chocar contra la superficie de un planeta o luna. Su estela incandescente recibe el nombre de meteoro (como a veces es traducido de forma incorrecta. Si esta estela es suficientemente brillante, recibe el nombre de bólido.

El primero en considerar la posibilidad de que un objeto proveniente del espacio impactara en la Tierra fue Ernst Chladni, en 1794, con su estudio "Sobre el origen del Hierro de Pallas y otros similares, y algunos fenómenos asociados".

Existen más de 60.000 meteoritos localizados en la Tierra, la mayoría provenientes del cinturón de asteroides, pero al menos 130 provenientes de Marte y otros 150 tienen su origen en la Luna. También hay meteoritos documentados en nuestro satélite (uno en particular, de origen terrestre, fue recogido por la tripulación del Apollo 14 y traído de vuelta a la Tierra), y varios en Marte, localizado por el rover Opportunity en 2005, por el Spirit en 2006 y por el Curiosity en 2015.

La mayoría de los meteoritos que llegaron a la Tierra lo hicieron durante el bombardeo inicial de meteoritos y cometas que se produjo hace entre 4.540 y 4.400 Ma (con la Tierra aún en formación) y en el bombardeo masivo tardío que tuvo lugar entre 4.000 y 3.850 Ma, cuando una fluctuación en la órbita de Júpiter desvió muchos asteroides hacia el interior del Sistema Solar.

Los meteoritos de tipo condrítico son cuerpos que no han sufrido procesos de fusión, mezcla y recristalización, y mantienen inalterados sus constituyentes primordiales, por lo que son ventanas a cómo era el material de la nube protoplanetaria de hace 4.600 Ma. Las condritas carbonáceas poseen la mayor proporción de elementos volátiles, moléculas orgánicas que pudieron jugar un papel importante en el origen de la vida en la Tierra. Además, las condritas probablemente trajeron gran parte del agua que contiene nuestro planeta.

El origen de estos meteoritos puede ser determinado analizando su composición, buscando desbalances respecto a la composición terrestre, no solo en sus minerales sino especialmente en las burbujas de gas atrapadas en su matriz. Este intercambio de materiales entre los diferentes cuerpos del sistema solar plantea interesantes posibilidades de gran importancia en biología.

Algunos meteoritos pueden tener un tamaño considerable, como el meteorito condrítico de 611 gramos que impactó una casa en Baxter (Missouri, EE.UU.). el 18 de enero 1916. Más relevante aún, el llamado meteorito de Chicxulub, de unos 11 kilómetros de diámetro, chocó contra la Tierra hace unos 66 Ma, produciendo la extinción del 75% de la biodiversidad, incluidos los dinosaurios. Este impacto lanzó miles de toneladas de material terrestre al especio, que luego pudo caer en la Luna, Marte o Venus, quizás llevando vida terrestre a estos cuerpos.

Meteoritos en la ciencia ficción:

La amenaza de la vida en la Tierra debido a que un asteroide o cometa va a impactar en la misma es un nóvum bastante explorado en ciencia ficción que frecuentemente da paso a un escenario de apocalipsis por desastres cósmicos.

Algunas obras que plantean el qué sucedería si avistásemos uno de estos NEO en trayectoria de colisión con la Tierra son Deep Impact (1998) o Armageddon (1998). En ambas, aunque el cometa es parcialmente destruido y desviado, algunos pedazos importantes arrasan parte de la superficie del planeta como meteoritos. Más recientemente, se puede mencionar la melancólica y levemente positiva Buscando un amigo para el fin del mundo (Lorene Scafaria, 2012).

También es un cometa el que amenaza a la Tierra y finalmente impacta como meteorito en la novela A las puertas de la nada (Corinne Duyvis, 2016). Mono no aware (Ken Liu, 2012) o Voces en la ribera del mundo (Diana P. Morales, 2019) son alguno de los ejemplos de cómo este tema se sigue utilizando en la literatura de género con asiduidad.

Por otra parte, la teoría de la panspermia, popular a finales del siglo XIX y principios del XX, proponía que la vida podría haber llegado a la Tierra del exterior, a bordo de meteoritos. Actualmente esta teoría tiene escasa consideración científica, aunque se asume que el agua y moléculas orgánicas que aportaron estos cuerpos pudieron jugar un papel fundamental en al química prebiótica. Sin embargo, la idea es muy sugerente y varias obras de ficción la han adoptado.

Es el caso de Quatermass 2 (Val Guest, 1957) en la que el doctor Quatermass tendrá que hacer frente, precisamente, a una agresiva forma de vida extraterrestre. Esta película sentó las bases y la iconografía para muchas posteriores, incluido el misterioso traje alienígena de Spiderman (Tom DeFalco, 1984), o las levemente paródicas Evolution (Ivan Reitman, 2001) y Attack the Block (Joe Cornish, 2011), o la inquietante Aniquilación (Alex Garland, 2018), por poner solo algunos ejemplos.

En la literatura, no obstante, cosas que caían del espacio portando peligrosas formas de vida eran ya tema común décadas antes, como El color surgido del espacio (H.P. Lovecraft, 1927). Y ya desde La guerra de los mundos (H.G. Wells, 1898) se planteaba la posibilidad de confundir vehículos espaciales cayendo a la Tierra con estas rocas procedentes del cinturón.