Escudos espaciales

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Para el fan de ciencia ficción, y sobre todo para el fan de Space Opera, es natural que las naves espaciales descritas en sus aventuras preferidas posean potentes escudos que las protejan de las peligrosas armas enemigas. En estas obras, frecuentemente poco serias en cuanto a su parte científica, estas protecciones primordiales parecen no cumplir otra función que la de defensa militar.

La necesidad de escudos

Sin embargo, la necesidad de proteger las astronaves de agresiones exteriores surge desde el mismo inicio de la carrera espacial, mucho antes de que la ciencia ficción imaginara aplicaciones no civiles para ellas.

Recordemos, por ejemplo, que el trasbordador espacial de la NASA requiere unos poderosos escudos térmicos para practicar de forma segura su reentrada en la atmósfera, un medio que a nosotros de habitual nos parece inofensivo. Pero para este vehículo, debido a la velocidad a la que penetra en el mismo, puede suponer la desintegración debido al calor producido por el rozamiento.

El espacio exterior, aunque de densidad extremadamente sutil, no se corresponde con un vacío perfecto, existen átomos y partículas sueltas contra los que una nave puede impactar en su periplo. Y sin bien la densidad es mucho menor, la altísima velocidad requerida para hacer factibles los viajes espaciales convierte a estas reducidas cantidades de materia en un peligro real que es necesario controlar. De hecho, según la ecuación clásica de la energía cinética de masas en movimiento, esta energía es efectivamente proporcional a la masa del cuerpo, pero así mismo es proporcional al cuadrado de la velocidad del mismo. Es decir, la velocidad es mucho más importante que la masa a la hora de calcular los efectos negativos de una colisión.

Para los navíos interestelares, que se mueven a velocidades superiores a un décimo de la velocidad de la luz, el choque con insignificantes partículas de polvo de unos miligramos de masa puede suponer lo mismo que si un avión supersónico impactara con objetos de un kilogramo.

Si la velocidad es aún mayor, cercana a la barrera de la luz, la simple continua colisión contra los átomos dispersos de la materia interestelar calentaría y erosionaría el casco de la nave de forma intolerable. Objetos ligeramente mayores, como microasteroides o polvo espacial pueden ser amenazas de catástrofe.

Curiosamente, la presencia de este fenómeno de erosión hace que la forma de estos navíos, que en principio podría ser cualquiera, en la práctica tenga que ser lo más aerodinámica posible, a fin de minimizar la superficie presentada al flujo virtual de partículas lanzadas a un porcentaje significativo de la velocidad de la luz que pueden encontrarse en su trayectoria.

Escudos espaciales en la ciencia ficción

Escudos físicos

La más sencilla forma de protección consiste en colocar una barrera física entre la nave y los impactos, un blindaje o escudo que revista a la nave. Este escudo material no tiene por qué ser una costosa manufacturación como los revestimientos cerámicos de los ya mencionados transbordadores: a varios autores se les han ocurrido ingeniosas maneras de conseguir escudos efectivos mucho más sencillos y baratos.

Por ejemplo, la nave de Cánticos de la lejana Tierra, de Arthur C. Clarke, está dotada de un escudo abrasivo de hielo que va desgastándose durante el tránsito interestelar. Este escudo de hielo es relativamente sencillo y barato de crear, e incluso de regenerar, por lo que muestra importantes ventajas.

Por su parte, la nave Lancer, imaginada por Gregory Benford en su novela A través del mar de soles, está construida utilizando un asteroide modificado, que proporciona protección frente a la radiación y materia prima para diversos usos.

Este tipo de nave, que resulta funcionalmente óptimo, ha sido profusamente empleado en el género, como en el caso de El juego de Ender, de Orson Scott Card, en el que los insectores utilizan asteroides modificados como hábitats estables.

Mucho más convencional es el poderoso blindaje que protege a la Galáctica, capaz de resistir la detonación de una pequeña bomba nuclear. En este caso es el grosor y el material del mismo lo que garantiza su integridad. En esta serie no son realmente necesarias las protecciones frente a las colisiones de partículas, ya que postula el viaje instantáneo a través del hiperespacio; pero la Galáctica es una nave de guerra y como tal debe resistir agresiones puntuales mucho mayores al tiempo que no puede sacrificar en demasía su maniobrabilidad, por lo que los escudos minerales arriba descritos quedan descartados.

Escudos inmateriales

Estos serían un paso más allá de los blindajes convencionales y consistirían en proteger a la nave mediante un campo inmaterial y normalmente invisible. Por supuesto, generar este tipo de escudos requiere un gran coste de energía, pero aporta otra serie de ventajas, la mayoría de ellas orientadas a hacer más sencilla y barata la producción de los efectos especiales necesarios para recrearlos en películas o series de televisión. Un escudo invisible puede ser dañado por abrumadores ataques sin que los especialistas en efectos visuales tengan que hacer un sólo retoque a las preciadas maquetas de las naves.

Sin embargo, no carecen por completo de base. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que la draga magnética de una estatocolectora o una vela magnética funciona así mismo como escudo protector invisible frente a partículas cargadas eléctricamente. Eso sí, posiblemente no fuese una defensa muy efectiva frente a un ataque intencionado. Proyectiles de plástico no interactuarían con el campo, así como tampoco lo harían los rayos láser. El efecto sería el mismo que si la nave careciese por completo de defensas.

Para usos militares los guionistas inventaron los escudos de energía, enigmática tecnología que parece consistir en la generación de una envoltura inmaterial que repele por igual los objetos materiales y los inmateriales como el láser, y que se regenera con el simple suministro de energía. Sus incontestables ventajas lo han hecho el favorito de los autores de Space Opera y es un recurso que ha caracterizado a las sagas más importantes, como Star Trek o Star Wars.

Viaje espacial

Velocidad: Baja (Velocidades no comparables a c) Alta (Velocidades superiores a un décimo de c) Supralumínica (Velocidades superiores a c)
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