Canciones de ciencia ficción

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La música filk llevaba componiéndose desde la década de los cincuenta, al amparo de la convenciones de ciencia ficción. Se trataba, sin embargo, de mero divertimento entre aficionados a la ciencia ficción y a la música, en ese orden.

La industria musical no mostraría mucho interés por estos temas, considerados a veces excesivamente fantásticos y otras veces excesivamente cerebrales. Y lo cierto es que muy pocas composiciones líricas pueden considerarse de auténtica ciencia ficción, en el sentido de que sean en sí mismos un vehículo para una historia dentro del género. Suele ser mucho más habitual encontrar en las letras referencias culturales a este mundo, a obras famosas o conceptos que han terminado por universalizarse y que, como cualquier otra expresión social, forman parte de las canciones con igual derecho que las referencias políticas o históricas, por poner dos ejemplos.

Así, aunque la canción popular no ha abrazado la ciencia ficción con igual entusiasmo que otras artes, a muchos podría llegar a sorprender la diversidad de cantantes y grupos que han hecho incursiones en este género, algunos componiendo piezas consideradas verdaderas obras maestras.

Evolución histórica:

Como una primera aproximación al estudio de la música de ciencia ficción, se puede hacer una exposición historicista de la misma, tratando de relacionar los hitos culturales de cada época con los ecos que estos hitos produjeron en la música, especialmente en el uso de las temáticas de y referencias a la ciencia ficción.

Década de los cincuenta:

Algunas de las referencias más tempranas a temas de ciencia ficción por parte de la música popular difundida en masa lo encontramos ya a mediados de siglo, de mano de un género notablemente humorístico y de temporada, llamado en Estados Unidos Novelty Song. Estas canciones, que podían variar enormemente en cuanto a su calidad, fueron muy populares en las décadas de los años veinte y treinta, pero en los cincuenta tuvieron un interesante resurgir bajo la influencia de Dickie Goodman.

Las novelty song podían basarse en la parodia de otras músicas populares o en la construcción de una melodía de estribillo pegadizo y sin sentido (Yes! We Have No Bananas, p.e.). Pero con frecuencia explotaban el efecto que producía un tema popular bajo un tono humorístico. Y en la década de los cincuenta hubo dos temas altamente característicos, la bomba atómica y el fenómeno OVNI, que estaban empezando a generar una curiosa psicosis social (véanse películas como Ultimátum a la Tierra, 1951) que animaron a muchos artistas a tomarlos como objeto en este tipo de canción burlesca.

Es el caso del mencionado Dickie Goodman y su famosa The Flying Saucer (1956). No una canción en realidad, sino un remix de hasta 20 temas musicales de éxito en los años 1955 y 1956 a través de las cuales narraba una falsa noticia radiofónica del aterrizaje de un platillo volante.

Dando fin a esta década, resulta muy interesante comprobar el rigor y la calidad artística de un trabajo genial como Folk Songs for the 21st Century, de Sheldon Allman, cuyo serio desparpajo no puede evitar recordarnos de nuevo aquella música filk, divertida e inteligente, pero ejecutada por un profesional de la música.

Década de los setenta:

A finales de la década anterior ya podemos encontrar interesantes composiciones pop que introducen referencias de fantasía científica, como Qui est "in" qui est "out", de Serge Gainsbourg (1968), que se hacía eco de éxito popular de Barbarella (1962), de Jean-Claude Forest. Seguramente no es una casualidad que la música pop y el cómic fueran unidos de la mano en aquellos tiempos que representaron una cierta revolución en las formas.

Sin embargo, la figura más destacable es, sin duda alguna, la de David Bowie, el "Gran Duque Blanco" que desde principios de la década de los setenta viene ofreciendo verdaderas joyas musicales, pequeñas historias de gran coherencia en las que supo aprovechar como pocos autores la libertad expresiva y la sensación de plausibilidad que ofrecía la ciencia ficción para tratar temas universales desde nuevas perspectivas. De esta época es la creación de su personaje más conocido, su alter ego, Ziggy Stardust; pero ya antes había compuesto Space Oddity, en 1969, una balada melancólica que ha influido mucho en la música posterior. Bowie, abiertamente, adoptó la ciencia ficción como su temática y demostró que ésta podía ofrecer mucho, también en el ámbito musical.

Los años setenta fueron en general un periodo de fuerte experimentación musical, lleno de libertad y psicodelia. También hay que tener en cuenta el gran impacto mediático que supuso la llegada del hombre a la Luna en 1969, lo que auguraba un fulgurante desarrollo de la exploración espacial. En este contexto no era difícil para grupos como Deep Purple imaginar que recorrían la galaxia dando conciertos, tal y como reflejan en su Space Truckin', de 1972.

Pero no todo eran extraterrestres y viajes espaciales. El nacimiento de la informática y el desarrollo de la robótica fue un evento paralelo al surgimiento de las primeras músicas electrónicas. Los pioneros en este ámbito, los alemanes Kraftwerk (en alemán, central de energía) iniciaron una estética tecnológica centrada en gran medida en las nuevas inclusiones sociales como las centrales nucleares, las autopistas o los teléfonos. Muy pronto, sin embargo, abrazarían también la informática y avanzarían hacia una estética androide, con canciones como The Robots (1978) o Computer Love (1981).

En España, esta música tardaría aún casi una década en ser introducida, gracias sobre todo al Aviador Dro que se erigió en el abanderado de esta corriente. Su primer disco, Alas sobre el Mundo, de 1982, es un reflejo de gran calidad del trabajo de los alemanes, con notas distópicas y la anticipación del alineamiento al que puede conducir la proliferación de la tecnología, convirtiéndose en uno de los primeros ejemplos de ciberpunk nacional.

Pero los setenta no estuvieron ausentes de música avanzada y temas de ciencia ficción en el panorama musical español. En 1974 Los Canarios publicaron su álbum Ciclos en el que, con un estilo de rock sinfónico levemente electrónico, ya plasmaban un futuro lejano en el que el hombre y sus instintos naturales serían domesticados por el progreso, adelantándose un lustro a la visión de Aviador Dro, quienes en 1979 grabarían en un programa de radio su primer y mayor éxito: Nuclear, sí, una irónica reflexión sobre las bondades de esta tecnología.

Década de los ochenta:

Para la música, los ochenta supusieron, en el panorama internacional, una vuelta a temas menos comprometidos y más hedonistas. Una revolución estética, fundamentalmente, que acompañaba a tonadas blandas que oscilaban entre la experimentación con lo electrónico y la autocomplacencia del éxito de lo popular, el Pop.

Las letras de las canciones reflejaron en buena medida este cambio. En ellas, la ciencia ficción casi desapareció como vehículo para una historia, siendo fagocitada como un mero reflejo anecdótico, una faceta más de lo popular. Y como tal, era incorporada a las canciones y al naciente mundo del video musical. El mismo Bowie intentaría acabar con el Mayor Tom en Ashes to Ashes (1980), a través de una canción y un videoclip repletos de simbología.

Mientras tanto, el glam rock, heredero del punk y la psicodelia, encumbraba a nuevas estrellas, como los también británicos Duran Duran, que continuaban homenajeando a esa primera heroína fantaerótica, esta vez a través de la película de 1968. La relación del grupo con la ciencia ficción no quedaría ahí: en 1984 editarían Wild Boys, tema que pretendía ser banda sonora de una película apocalíptica basada en la novela de William S. Burroughs, The Wild Boys: A Book Of The Dead (1971).

A finales de esta década, con el habitual movimiento contrario de compensación, empezaron a surgir grupos más duros como Metalica que buscaban nuevos temas de expresión y para quienes las obras de literatura fantástica e incluso la ciencia ficción eran fuentes de inspiración o motivo de homenaje.

Por el contrario, en España, “la movida” impulsó el atrevimiento y el pop glamuroso del extranjero se mezcló con el punk que había sido reprimido durante la dictadura. El resultado fue la proliferación de grupos juveniles como Los Nikis (Saturno es aburrido, 1985) y de estética provocadora como Los Zombies (Groenlandia, 1980) o Polansky y El Ardor (Ataque preventivo de la URSS, 1983) , que no dudaban en introducir elementos discordantes en sus letras, repletas de referencias a la cultura extranjera que estaba empezando a inundarnos y que en gran parte se correspondía con ciencia ficción blanda o Space Opera.

Y por supuesto, fue la época dorada de la brigada de demolición del Aviador Dro, fieles a su temática post-humanista. Alas sobre el Mundo (1982), Cromosomas Salvajes (1985), Ciudadanos del Imperio (1986)... La originalidad, la provocación, un nihilismo superficial, un minimalismo electrónico, estas fueron algunas claves del éxito de un grupo que marcaría de manera notable el rumbo musical en España.

Década de los noventa:

El pop acababa su reinado y empezaba compartir trono con nuevas tendencias rock, lo que se podía apreciar en el cambio de elección en las bandas sonoras de las películas, cada vez más duras y antisistema. En 1991, la banda del momento era Guns n’ Roses y ellos fueron los encargados del tema principal de la taquillera y esperada Terminator 2 (James Cameron, 1991). Música y cine nunca se habían separado, pero gracias al rock se sumaba al dúo la ciencia ficción épica. Los jóvenes querían ver grandes aventuras y efectos especiales, la Space Opera tenía ambas cosas en abundancia; los jóvenes querían oír rock: la banda sonora de la ciencia ficción sería el rock.

Esta época es también la del sonido Seatle, el rock distorsionado que se dio en llamar grunge, una respuesta agresiva a la alegría superficial del pop y que denunciaba la inadaptación del individuo a una sociedad cuya uniformidad no representaba su sentir interno. De ahí al grunge no le resultó difícil tomar partido en la denuncia de los temas planetarios como la ecología, la economía o la globalización. Ejemplos de música grunge con ecos de distopía tecnológica son Do the Evolution (Pearl Jam, 1998) o el también apocalíptico estribillo del Black Hole Sun (Soundgarden, 1994).

Por supuesto, no todo fue rabia y desilusión. Mike Oldfield ofrecía New Age y creaba hermosos entornos sonoros como The Song Of Distant Earth (1994), que daba ambiente a la novela de Arthur C. Clarke, Cánticos de la lejana Tierra.

Bowie, por contra, se unía a la distopía y interpretaba el melancólico Outside (1995), una historia compleja en la que se investiga un crimen en un futuro donde el arte puede adoptar la forma del asesinato.

A finales de esta década, la música electrónica volvía con fuerza tras su dilución en los acordes pop y se incorporaba de forma importante a los grupos más arriesgados, adelantando una especie de ciberpunk musical donde se amalgama el rock electrónico, el postrock, el new metal e infinidad de voces más. Entre todos, cabe destacar a los ingleses Radiohead, no sólo por su calidad musical e innovación, sino por la incorporación al lenguaje habitual de sus canciones de diversas señas culturales propias de la ciencia ficción.

Siglo XXI:

La música de este principio de siglo, como en la mayoría de las otras artes, se caracteriza por una actitud revisionista de lo producido en décadas anteriores y la adopción postmoderna de las señas de identidad de una cultura popular globalizada pero repleta de facetas, una de las cuales (y no la menos importante) es la ciencia ficción.

Actualmente la electrónica y el hip-hop, nacidos en los ochenta, están siendo fagocitados por la canción popular. La música sigue evolucionando y experimentando, pero la ciencia ficción, como temática, es poco frecuente entre sus temas. Por contra, el lenguaje de ciencia ficción es cada vez más habitual en las letras, así como las referencias a series o películas de género.

Grupos de tendencias intelectuales y experimentales, como los mencionados Radiohead, reflejan especialmente esta vertiente musical. Otros, como los también ingleses Muse se atreven incluso a realizar discos enteros centrados en esta temática, como Black Holes and Revelations (2006) o The Resistance (2009).

Queen of the Wave (2012), de los escandinavos Pepe Deluxé es quizás un de los trabajos que mejor ejemplifican esta tendencia postmoderna. El álbum recoge sonidos propios de la psicodelia y el soul de los años setenta, pero afinados y producidos con ese sabor actual, ligeramente electrónico. Conceptualmente evoca también a algunas obras de rock sinfónico de aquella época, adoptando una temática netamente pulp (la narración de la desaparición de una antigua civilización olvidada tipo Atlántida) para construir una obra casi monumental en su instrumentación, composición y producción.